El día en que la Chinita bendijo a Luis Aparicio

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Por Ignacio Serrano (@IGNACIOSERRANO)

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Tenía 19 años de nacido, Luis Aparicio, cuando fue a batear por primera vez en el beisbol profesional.

 

Apenas 19 años de edad y el doble compromiso de estrenarse en la más alta competencia, teniendo que hacerlo, además, ocupando el lugar del mejor shortstop de Venezuela en la primera mitad de siglo XX, uno con tanta admiración popular, que se ganó el honor de darle nombre al principal parque de pelota del estado Zulia.

 

Sí, así es. Porque “Luis Aparicio, El Grande de Maracaibo”, epónimo del estadio de las Águilas, rinde homenaje al padre, Aparicio Ortega, y no a su genial vástago.

 

Aparicio Montiel ya era un adelantado, a sus 19 años de edad. De allí que su mentor no dudara en darle el bate para ir al plato en lugar de él, en ese inolvidable encuentro entre Gavilanes y Pastora, que dividió en dos la historia del beisbol local.

Aquel Juego de la Chinita, celebrado en 1953, marcó el debut de quien en 1984 vería su placa expuesta en el Salón de la Fama de Cooperstown. Fue en la Liga Occidental, uno de los dos circuitos reconocidos por la MLB que ha tenido Venezuela.

 

Había sido integrante de selecciones nacionales y estaba a punto de disputar su primer compromiso en la LVBP, un año después, una fugaz participación de una campaña con el Caracas, en la zafra 1954-1955.

Con el Gavilanes, institución de alcurnia en Maracaibo, ganó su primer premio como Novato del Año. En octubre de 1956 recibiría el segundo, ya en la Liga Americana.

 

El Juego de la Chinita es parte del gentilicio zuliano, una fiesta que convoca a miles de comensales cada 18 de noviembre, desde los tiempos del estadio del Lago, los tiempos de Aparicio El Grande.

 

Desde hace medio siglo, sin embargo, es una celebración que también festeja a Aparicio hijo.

 

No se suponía que sería así. Al recluta le tocaba estrenarse un día antes, el 17 de noviembre.

 

Pero cayó un palo de agua y no se pudo jugar”, le dijo Aparicio a su biógrafo, Augusto Cárdenas. “Eso me lo tenía preparado la Chinita”.

 

Bajo el mismo sol que hoy calienta Maracaibo, Aparicio tomó el bate por orden de su padre y caminó al home un 18 de noviembre. Fue el primer bateador del Gavilanes ese día, en una fecha que bendijo para la posteridad la Virgen de Chiquinquirá.

 

 

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