Por José Suárez Núñez
¿Qué guardan en común los inventores y los emprendedores? Más allá del éxito que puedan haber logrado, tienen como característica similar que en sus proyectos registran más fracasos que aciertos. Bill Strickland y James Dyson, son dos ejemplos de ello.
Para 1982, Bill Strickland era un piloto desempleado de la antigua aerolínea Braniff. Habría podido encontrar otro empleo como piloto en una aerolínea competidora, pero tras pensarlo mucho se dio cuenta de que, aunque la apasionaba volar, esa no era en realidad su vocación y destino: Bill quería cambiar el mundo.
Strickland dedicó entonces todo su tiempo a sus sueños, primero concluyó su programa de artes. Así daba clases y también creó un programa para entrenamiento de adultos.
Enseñaba a los chicos a hacer vasijas y ayudaba a sus vecinos a conseguir empleos, no porque necesitaba hacerlo, sino porque quería hacerlo y eso marcaba la diferencia. Strickland decía con frecuencia que los fracasos nos recuerdan todo lo que los sueños significan para los seres humanos.
Strickland se convirtió en un innovador social, cuyo nombre ha figurado en la lista de los más sobresalientes de la historia de Pittsburgh, la cuna de la industria pesada estadounidense.
La organización Manchester Bidwell, situada en un barrio pobre de Pittsburg, fue fundada por Bill Strickland. No es solamente un centro, es un oasis cultural diseñado por un compañero de Frank Lloyd Wright. En la actualidad Manchester Bidwell da la bienvenida a los adolescentes pobres y a personas desempleadas en amplias habitaciones con muebles de estilo, obras de arte, cocinas gourmet y una sala de conciertos de clase mundial con 350 sillas.
Manchester Bidwell es ahora un tema de referencia obligatoria en las clases sobre emprendimiento que se imparten en la Escuela de Negocios de Harvard. La contribución de Bill no ha pasado desapercibido y ha sido invitado con frecuencia a la Casa Blanca.
La nueva generación de empresarios está aprendiendo unas lecciones sencillas innovadoras, que no están en las presentaciones de Power Point o en las hojas de cálculo. Strickland dice con frecuencia que “no te resignes a una senda que sea inconsistente, con lo que sientes que es tu verdadero destino. El miedo a fracasar puede ahogar a cualquiera, el sueño de vivir una vida extraordinaria”.
Otro ejemplo
James Dyson quería mejorar un defecto de las aspiradoras: la bolsa se atascaba a medida que recogía la mugre y por eso perdía poder de succión. Sostenido por el salario de su esposa como maestra de arte, Dyson estuvo 5 años trabajando en la idea y en su intento número 5.126 logró una versión de una aspiradora sin bolsa de doble ciclo que funcionaba. Se trata de un héroe que falló en 5.125 intentos y no se detuvo.
Dyson contaba después que no le importaba fracasar, porque eso es lo que hacen los creadores: probar y ensayar nuevas ideas. Eso es lo que les gusta. “A mí no me importaba fracasar porque siempre pensé que a los chicos en las escuelas deberían calificarlos por el número de fracasos que hayan tenido, porque eso los obligaría a ser creativos”, dijo.
Dyson se siente tan orgulloso de sus 5.125 fracasos que lo registró en un folleto que incorpora en cada aspiradora vendida por su compañía. Aunque necesitó 5 años para construir la aspiradora. Tuvo el rechazo de las empresas más grandes como la Hoover, pero siguió adelante.