Primer Big Leaguer: larga y exitosa jornada

Nacido en Caracas, el 27 de julio de 1912, Alejandro “Patón” Carrasquel fue un extraordinario atleta desde que dio sus primeros pasos en el beisbol de máxima división de Caracas en 1930, aupado por Jesús Corao, mecenas del equipo Royal Criollos y uno de los promotores y empresarios deportivos más recordados de la pelota nacional. 

Por: Javier González

Pronto formó parte de una generación de peloteros que logró ubicar al beisbol como la disciplina deportiva favorita de los venezolanos, sobre todo a raíz de la victoria que obtuvo la selección nacional en la IV Serie Mundial de Beisbol Amateur, celebrada en La Habana en 1941. 

En esa época ya Carrasquel llevaba tres años de oficio en las Grandes Ligas con los Senadores de Washington, convirtiéndose en el precursor que trazó el sendero por el que hoy caminan libremente centenares de peloteros venezolanos en procura de gloria y excelentes ingresos en la llamada gran carpa. 

Fueron múltiples las dificultades que debió sortear el “Patón” durante su tránsito en la pelota venezolana de máximo nivel. El joven humilde, pero emprendedor que comenzó su carrera como infielder del Royal Criollos y que al poco tiempo se convirtió en lanzador, puso fe, coraje, constancia y disciplina para hacer realidad el sueño de todo pelotero: llegar a las Grandes Ligas. Y lo consiguió sin necesidad de cumplir el requisito, generalmente indispensable, de adquirir oficio previo en sucursales de ligas menores. 

En 1938, después de jugar su séptima campaña en la pelota caraqueña, Carrasquel aceptó invitación del legendario dirigente cubano Pelayo Chacón para acompañar a una selección de jugadores de la liga capitalina a una gira por ciudades de la costa colombiana. Al regresar de la misma los integrantes de aquel equipo aceptaron jugosas ofertas para reforzar a los clubes que animaban el campeonato zuliano.

Al mismo tiempo, en Caracas se preparaba el torneo de primera división, por lo que los equipos capitalinos, al verse desmantelados porque el mejor talento nativo había decidido emigrar, tomaron la determinación de sancionar con suspensión a los peloteros que consideraron como desertores. Tiempos difíciles vivió Carrasquel ese año 1938. No podía ganarse la vida como pelotero en Caracas formando parte de su equipo Valdés debido a la suspensión que le aplicó la Asociación Venezolana de Beisbol (AVB), por lo que se vio obligado a aceptar una apetitosa oferta para ir a la pelota profesional de Cuba convencido por el ex bigleaguer Joseíto Rodríguez, quien lo animó a incursionar en esa nación con el club Cuba. Y allá, en el exigente circuito antillano, dio tal muestra de su talento que atrajo la atención del buscador de talento Joe Cambria, quien tras verle dejar marca de 11-6 en 26 presentaciones y obtener el reconocimiento como Jugador Más Valioso del campeonato cubano 1938-39, lo reclutó para los Senadores de Washington.

“Carrasquel fue el primero en correr el albur, aunque dejó una siembra que ha dado frutos. Su fe, su constancia, su coraje, su vida sana, disciplinada, fueron buen abono para estos muchachos que han seguido luego sus pasos. No fue un ídolo, pero si un ejemplo. Y la historia beisbolera de nuestro país le recordará como uno de los inmortales”, escribió Abelardo Raidi en su columna “Pantalla de los Jueves”, el 21 de agosto de 1969, un día después del sepelio del “Patón” en Caracas.

Fuera de Venezuela, además de jugar en ligas mayores con los clubes Senadores de Washington (1939-1945) y Medias Blancas de Chicago (1949), Carrasquel participó en circuitos de México con los equipos Azules de Veracruz, Diablos Rojos de México, Sultanes de Monterrey, Torreón y Tigres de México en las décadas de 1940 y 1950; en Cuba jugó con los elencos Cuba, Almendares, Marianao y Cienfuegos; en la liga semiprofesional canadiense actuó brevemente en 1949 y después de culminar su carrera en la gran carpa lanzó con franquicias de ligas menores como Buffalo y Sacramento en AAA y en circuitos de baja clasificación, en Texas, como Sweetwater, Paris y Laredo. También incursionó como técnico en Estados Unidos y en la Liga Profesional de República Dominicana como coach en Águilas Cibaeñas y Tigres de Licey en la campaña 1956-1957.

Como profesional en Venezuela lanzó en cinco temporadas con los equipos Magallanes (1946 y 1952-1953), Cervecería Caracas (1949-1950 y 1950-1951) y Gavilanes (1953-1954). En 1971 formó parte del primer grupo de atletas y dirigentes que fueron incorporados al Salón de la Fama del Deporte Venezolano, auspiciado por el Círculo de Periodistas Deportivos, y en 2003 integró la primera avanzada de legendarias figuras que ingresaron al Salón de la Fama del Beisbol Venezolano.

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