Por: Michelle Roche
@michiroche
Si la literatura infantil venezolana se coloca a la vanguardia del mundo hispanohablante se debe al trabajo interrumpido de instituciones pioneras como es el Banco del Libro que este año cumple 55 años de historia. Medio siglo y un lustro. Se dice fácil, pero cuánto cuesta. Los primeros trece años de la historia del Banco del Libro, cuando estuvo bajo la dirección de Virginia Betancourt, la institución comenzó con sus programas de recolección de libros, la recopilación de lecturas recomendadas, la evaluación de los libros y la creación de los modelos bibliotecarios. Esto sigue siendo el grueso de la función de recopilación de un canon anual relecturas en el género de la literatura diseñada para niños. Otra actividad que comenzaron con el Banco fue el proyecto de canje de textos escolares para abaratar los costos de la vuelta a clases de los estudiantes. Este proyecto también fue valioso por cuanto sembraba en el imaginario nacional la idea de que los libros son bienes comunes. La idea de llamarlo Banco del Libro aludía al “banco de sangre”, vital para el desarrollo del sistema sanitario y hospitalario de un país, de la misma manera que la instauración de bibliotecas y salas de lectura es indispensable para el progreso intelectual.
En la década de los años ochenta, el Banco había entrado en una segunda etapa enfocada en profundizar sus aportes en la promoción de la lectura entre los más pequeños, para lo cual crearon un Centro de Documentación del Banco que se convirtió entonces en el núcleo del Proyecto Interamericano de Lectura Infantil y en esa misma época se fundó la editorial Ekaré que desde entonces ha cosechado los más importantes premios internacionales en ese género. De la unidad entre el Banco y la editorial nació la iniciativa que durante más tiempo ha apoyado la institución, el concurso y exhibición Los Mejores Libros para Niños y Jóvenes, que este año cumplió tres décadas y media.
Trabajar para el país. Desde el principio de su gestión, el Banco del Libro, cuya sede está en la parte sur de Altamira, ha trabajado porque la lectura sea un valor para todos los niños venezolanos, sin hacer diferencia de condición social o localidad donde transcurra su vida. Un ejemplo de esto son los proyectos Leer para Vivir y Tendiendo Puentes con la Lectura. El primero dio inicio en 1999, en un Estado Vargas recién afectado por el deslave. Allí se incorporaron 32 comunidades educativas que cerraron las calles para la lectura. El mismo concepto de acercarse a las comunidades constituye la iniciativa Tendiendo Puentes con la Lectura, cuya fecha de inicio fue el año 2002. Comenzó en las zonas populares de Catia, Petare, El Guarataro y La Pastora; hoy su influencia se extiende por todo el país. Bajo la batuta de María Beatriz Medina el Banco ha transferido estas experiencias a asociaciones dentro de las propias comunidades. Además, en el ámbito internacional, la institución desarrolla una asesoría para el Consejo Nacional de la Cultura de México.