Por Michelle Roche Rodríguez (@michiroche)
Quizá el 2014 pase a la historia mínima de la cultura venezolana como el momento cuando la poesía salvó el año para la literatura. Las dificultades para obtener divisas que permitieran importar libros a Venezuela o para comprar papel y tinta con el objeto de producir los volúmenes en el país ocasionaron una disminución considerable en la oferta editorial pero no evitaron que la literatura venezolana brillara fuera de sus fronteras. Puesto en términos lúdicos: perdieron los lectores, pero ganaron los escritores. Dos poetas venezolanos editaron libros este año en España y otros cuatro fueron invitados a importantes encuentros internacionales.
Con el título País: Poesía Reunida, el sello español Pretextos editó una completa antología de la obra de Yolanda Pantin. A Rafael Arráiz Lucca le tocó un honor semejante, cuando la colección La Palma que dirige Nicolás Meilini en España editó por primera vez para ese país europeo y en su solo volumen dos libros fundamentales del otrora director de la extinta Fundación para la Cultura Urbana: Pesadumbre en Bridgetown y Plexo solar.
A la alegría por los poemarios de Pantin y Arráiz Lucca debe agregarse también la destacada participación de varias generaciones de poetas venezolanos fuera del país. Un enorme holograma de Rafael Cadenas le daba la bienvenida al otoño en la Plaza Callao de Madrid, con el objeto de invitar a Poemad, un joven evento literario en el cual él era el invitado principal. Poemad es un festival organizado durante el mes de octubre por la editorial digital española Musa a las 9, que este año llegó a su cuarta edición y se celebró en el Centro Cultural Conde Duque. Su objetivo es reunir a autores consolidados y emergentes con el fin de ofrecer una visión global de las diferentes corrientes estéticas que recorren la poesía actual y procurar un contacto directo entre público y participantes. En este evento, el autor de “Derrota” declamó y conversó en vivo con el periodista Juan Cruz. Luego, aprovechando su visita a España, Cadenas estuvo compartiendo con los lectores en un coloquio sobre su obra que organizó Casa de Américas.
“La poesía es todopoderosa e insignificante. Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje”, dijo en una entrevista con El País el ganador del Premio FIL de Lenguas Romances de 2009, y añadió: “La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”.
Fue en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el primer encuentro literario y editorial del habla en castellano y el segundo del mundo, donde se hizo más evidente el papel vivificador que cumple la poesía en la cultura venezolana contemporánea. “El decir y el poder” fue el título de la mesa que la independiente Editorial Libros Lugar Común llevó hasta la vigésimo octava edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En el evento donde participaron escritores de varias generaciones como los consagrados Igor Barreto (1952), Arturo Gutiérrez Plaza (1962) y Alejandro Castro (1986) se llegó a la triste conclusión de que las experiencias civiles son la excepción a una historia escrita desde el panegírico épico.
Pero lo más interesante pasó después de ese evento, cuando Barreto y Gutiérrez Plaza formaron parte de dos mesas diferentes de la serie de encuentros Latinoamérica Viva, donde los escritores de varios países de la comarca de la Ñ evalúan los problemas más apremiantes e intentan buscar campos comunes de acción en la literatura. Mientras tanto, Castro dejaba fríos a los asistentes a su recital poético con su desafío al militarismo venezolano desde una poética construida sobre la homosexualidad.
Si bien para celebrar el año me podría haber referido el fortalecimiento de un festival literario internacional como la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, que este año se dedicó a México y –a pesar de la crisis– vendió tres veces más que en 2013 o el florecimiento de editoriales independientes como Ígneo, Lugar Común y Los Libros del Fuego –además del nacimiento de Barco de Piedra– como logros del año para el país cuyo sector cultural se ha visto en situación precaria, la imagen del poeta con la cara descubierta recibiendo los embates del vendaval puede servir como alegoría del sector cultural del país en crisis. Y de la alegoría, en el caso de Venezuela, se saltó a la realidad. Enhorabuena.