Septiembre, mes mundial de la paz; y de gloria para el deporte venezolano. Más allá de la segunda clasificación del baloncesto nacional a unos juegos olímpicos (merecidamente aplaudida por una nación entera), este 23 de septiembre se cumplen 44 años del único juego perfecto lanzado en el bien catalogado beisbol AA venezolano.
Armando Bastardo, su protagonista principal, aún lleva esos recuerdos, y se traslada a aquel viernes, hasta el montículo del estadio Chato Candela, que ese día de 1971 se estaba reinaugurando.
Sin que nadie se lo propusiera, esa reapertura del coso deportivo estuvo acompañada de la actuación más impecable que haya encabezado pitcher alguno en suelo patrio: un juego perfecto.
Jamás pudieron imaginar sus padres, el churuguarero Martín Rivas y la cumanesa Ada Bastardo, que su segundo vástago, nacido de manos de doña María -una de las parteras más solicitadas de la cuna del Abel de América-, sería un talentoso pelotero que lograría semejante hazaña que hoy vuelve a la palestra porque está inscrita en la historia del deporte nacional.
Bastardo, activo aún en el torneo que se juega todos los sábados en el estadio Universitario de Caracas (en honor al desaparecido pelotero-ingeniero Elmiro Reyes), mantiene desde hace seis años, junto a otros amigos deportistas en situación de retiro, la Fundación Caimanera Bloque 41, de su nueva casa adoptiva, el 23 de enero, donde todos los martes juega con sus compañeros veteranos, además de que (“con importante y desinteresado apoyo del Banco Central de Venezuela, a través de de su presidente Nelson Merentes”) realizan actividades y clínicas de formación con niños de la zona F, de La Planicie y de la UCV, totalmente gratis.
Con impresionante facilidad revisa las alforjas del recuerdo y relata que “el estadio estaba lleno ese día, pero había un silencio cómplice, tanto en las gradas como en el dogout. Yo no sabía lo que estaba logrando. No fue sino hasta el primer out del octavo ining, cuando mi segunda base Luis Maldonado se arrojó de cabeza entre la raya del rigthfield y la primera base, y logró estupenda atrapada, que provocó el grito del inicialista “Ratón” Vargas: ‘Le salvaste el juego perfecto. Vamos, que falta poco’. Ahí aumentó mi adrenalina. Comencé a entender lo que se avecinaba. Me fajé. Y con mucha humildad pero con mi dote de dominador, seguí hasta que el umpire principal, Rafael Meléndez (padre del conocido periodista deportivo Rafael “Parapara” García) oficializara como terminado el encuentro y ejecutado el juego perfecto”, cuenta muy emocionado Bastardo.
Ese juego fue muy relevante porque enfrentó a dos rivales de tradición y de garra. Armando era el lanzador estelar del M.O.P. y le correspondió enfrentar a la dura novena de Urbanos, donde resaltaban los peligrosos bates de Eleazar Bruzuela, Oscar Deyón y William Troconis, entre otros.
Iba transcurriendo el juego y la ayuda ofensiva de su centerfield Oscar Rivas, con su par de vuelacercas le daba ventaja determinante. Mucho tuvo que ver también la experiencia del veterano receptor de El Guarataro, Antonio Pinto, “quien me ayudó a controlar los nervios y a dominar a los peligrosos rivales”, indica.
“Fue determinante también el guante del shorstop Silvio Flores, quien agarró 15 rolings; y completó a la perfección 15 outs en primera base. A ello le sumamos 5 ponches que les metí. Agregamos el out detrás de primera base que me hizo concentrarme más, y el último roling a tercera, son 22 outs, los otros cinco fueron flys fáciles a los jardines, donde yo contaba con un gran equipo defensivo”.
El momento crucial llegó con el out 27 que decretó el umpire de la inicial Gualberto Acosta: “Luego de un roling peligroso, pegado por la raya de tercera, que requirió la buena defensa y disparo impecable a la inicial, por parte del antesalista guaireño Julio Vásquez se completó el out. Así quedó fuera de acción el emergente Tadeo Zurdo Flores (quien era un excelente pitcher y peligrosísimo bateador). Allí pudimos celebrar. Aunque yo aún estaba en otro plano. Como sin entender la trascendencia de aquel memorable episodio”, relata a la vez que recuerda que el otro juez del partido, encargado de la raya de tercera base era JJ Ruiz.
A manera de anécdota, el derecho cumanés cuenta que en plena celebración se le acercó el popular Gualberto Acosta y le dijo con una sonrisa muy marcada: “tranquilo que si tu tercera base hubiese tirado mal y el hombre llegaba quieto, yo le iba a meter el out de todas maneras, porque a mí nadie me iba a sacar de este juego perfecto” (risas).
Ojalá así hubiese pensado, aunque fuera en bromas, el innombrado Jim Joyce, quien dañó la hazaña de Armando Galarraga en 2010 con los Tigres de Detroit. Aunque para nosotros, atesorado en todos los rincones de nuestro anecdotario beisbolístico, queda registrado que el criollo lanzó perfecto con 28 outs.
La anotación oficial del Chato Candela indicaba 5 carreras para los dirigidos de Pelayo Chacón, gracias a las rectas, los cambios y la curva, que eran los argumentos con los que siempre salió de apuros Armando Bastardo, quien llegó al beisbol, en una tierra de boxeadores, gracias a los pasos iniciales que dio su único hermano Juan (+) como destacado tercera base, de quien aprendió disciplina, tesón, constancia y amor por el uniforme de pelota. “Recuerdo que me ponía sus spikes y sus gorras, que me quedaban grandotas. Lo imitaba y mira donde llegué. Además admiraba a los peloteros del equipo de Anzoátegui: Taylo Aguilera (primera base), La Manca López (CF), Douglas Márquez (cátcher) y los pitchers cumaneses Aurelio Arenas y Julio Zerpa”, confiesa.
Le da gracias infinitas a su primer mánager (desde preinfantil hasta juvenil en los equipos Catedral, 19 de abril y Colegio San Vicente Paúl) Armando Parra y luego sus guías, los hermanos Armando y Pelayo Chacón, de manos de quienes llegó al AA con el equipo de Ministerio de Obras Públicas, MOP.
Curiosidad: Armando, su mánager de iniciación; Armando su mánager de llegada al doble A; Armando quien casi logra la hazaña en grandes ligas y Armando él, el pionero del dominio monticular.
Cuenta que, de sus personajes admirados, “de las lecturas y de las enseñanzas del beisbol, aprendí que ser pitcher significa ser dominador de todo. Un 80% depende de mi control, el otro 20% es del equipo. Por eso me hice pitcher y creo que logré el cometido. Me hice dominador”, dice luego de casi inducirlo debido a su alta dosis de humildad.
Relata además que el espíritu de superación, inyectado desde el hogar, y sus ganas de ir más allá, le presentaron en el camino la carrera de topografía para su desempeño profesional, para lo cual debía estudiar en Caracas.
A ello se unió la convocatoria que le hiciera su mánager Armando para que formara parte del cuerpo de lanzadores del MOP, cuya sede estaba en la capital. Por ello emprendió el viaje.
“Mezclé estudios y beisbol. Vivía en una residencia estudiantil en el callejón Machado de El Paraíso, donde pagaba apenas 500 bolívares mensuales por las tres comidas y el alojamiento. Estaba becado por el entonces presidente Rafael Caldera. Con apenas 19 años de edad ya tenía independencia y responsabilidades con el estudio, con el deporte y conmigo. Vi la teoría en la Academia Americana y la práctica se hacía con los ingenieros en la UCV. Todo ese roce me sirvió además para madurar otros aspectos de la vida”, asegura.
De inmediato aflora otro recuerdo deportivo: “Ese beisbol era tan distinto al de hoy día. Creo que la mística estaba por encima de todo. Una vez, en unos juegos nacionales en Yaracuy, lancé 17 innings contra el Zulia. El juego iba cero a cero y se suspendió por lluvia. Quería ganarlo”, evoca como queriendo repetir la ocasión y agrega que “este beisbol moderno es más estratégico, sacan mucho a los pitchers, dicen que para cuidarlos más, para que se mantengan más sanos; eso está bien, no los critico, pero aquí estoy sano, gracias a Dios y a mis 66 años sigo lanzando”, expone con dejos de un sano sarcasmo.
Aconseja a las nuevas generaciones a estudiar y a acompañarse siempre con actividades complementarias como el deporte o la cultura, con la disciplina y el sacrificio como bandera para lograr cualquier objetivo.
“Eso me sirvió para triunfar en mi carrera como deportista, como profesional y lo mejor, como papá, ya que todos mis hijos Armando, Luis, Jorge, Rosa y Sikiú, ya son profesionales y gente de bien. Ese es un gran logro”, asegura henchido de orgullo.
Ese año 1971 representó al país en los Centroamericanos de Puerto Rico aunque no completó la selección para los Bolivarianos de Cali debido a los compromisos que le suponía su debut como joven padre. Luego regresó a la selección donde lanzó siempre victorioso hasta su salida en 1974.
En el doble A jugó además del MOP (69 al 72), con el Banco Industrial de Venezuela BIV (72 al 76), bajo el mandato técnico de su ya conocido Armando Chacón. Allí fue además de pitcher estrella, el cuarto bate, y compartió con peloteros de la talla de Henry Casanova, Antonio Córdova, Bernardo Filardi y Carlos Urriola.
Los reportes indican que además fue muy destacado con el bate, al punto de que en juvenil preferían que se transformara en un castigador ofensivo, pero su afán por el dominio absoluto del juego lo llevó a erigirse como ese gran lanzador que aún es y que no se fue al profesional, “porque nosotros recibíamos 2 mil bolívares mensuales mientras que los profesionales comenzaban con 750 bolívares, y debíamos garantizar el sustento, además que nos daban chance de estudiar y jugar pelota”, contó.
Aunque no dio el salto, sin dudas abrió senderos que fueron seguidos a la perfección por los no hitters Wilson Álvarez (1991), Aníbal Sánchez (2006), Carlos Zambrano (2008), Armando Galarraga (2010) y Johan Santana (2012)… más los que faltan.
Ahora, beneficiario de la beca como gloria del deporte (1.500 bolívares), agradece las atenciones y pide una revisión de los aspectos sociales, ya que considera que como él sigue demostrándolo, siempre se puede más…
Por Luis Martín
CNP 7365