Como primer producto de exportación de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) a las Grandes Ligas, el campocorto caraqueño Alfonso “Chico” Carrasquel, tuvo que desarrollarse durante tres temporadas con el legendario club Cervecería Caracas entre 1946 y principios de 1949, hasta que consiguió recibir su primera oportunidad de jugar en Estados Unidos.
A la edad de 21 años fue reclutado por los Dodgers de Brooklyn y asignado el club Gatos de Fort Worth, filial doble A de esa organización en la Liga de Texas, donde jugó su primera y única campaña en ligas menores, antes de graduarse como el cuarto bigleaguer criollo, siguiendo los pasos de su tío Alejandro Carrasquel (1939), Jesús “Chucho” Ramos (1944) y Carlos “Terremoto” Ascanio (Ligas Negras 1946), gracias a la oportunidad que le brindaron los Medias Blancas de Chicago a partir de 1950.
El reportaje que transcribimos a continuación fue elaborado por Blackie Sherrod a principios de junio de 1949, para el diario Fort Worth Press, y reproducido en el diario La Esfera de Caracas, el 12 de junio de ese mismo año.
Allí el propio “Chico” relata cómo vive su primera experiencia en Estados Unidos. En su campaña de estreno en el norte, el legendario torpedero venezolano consiguió batear para .315 en 128 juegos, dejando constancia de su calidad. Tanto, que atrajo la atención de los patiblancos y al año siguiente alcanzó el máximo nivel del beisbol.
Este es el reportaje:
“Fort Worth, Texas, junio de 1949. Cuando fuimos a cerciorarnos de las andanzas en Estados Unidos de nuestro amigo Alfonso (Chico) Carrasquel, lo encontramos ocupado en su favorito y único pasatiempo durante el día. . . sentado en el pasillo del Hotel, contemplando las gentes.
Por la noche, el joven venezolano se halla entregado a sus tareas del campo de juego, entre la segunda y la tercera base de los Gatos de Fort Worth. Agarra objetos tales como linietazos y bolas lanzadas a ras de tierra en una forma muy saludable y se desenvuelve con el mayor orgullo en todas las formas defensivas del baseball.
Sin embargo, Chico apenas tiene en los Estados Unidos casi tres meses. Las relaciones entre el shortstop y el idioma inglés no son una maravilla de buena vecindad. Para hacer las cosas fáciles en nuestro interés por Chico, tomamos a nuestro servicio a Rudy Herrera, el muchacho “bat boy”, de 13 años, que habla español e inglés perfectamente, y que fue contratado por los “Gatos” como intérprete para su nuevo shortstop.
“Hola, ¿cómo está usted? Muy bien, gracias”, fue el saludo de Chico, diciendo juntas todas las palabras de inglés que conoce y prescindiendo de pausas.
Pero, para comienzo está bien. El atleta de 21 años capta las palabras de inglés, las cataloga y las usa al azar, algunas veces no con mucha exactitud, pero siempre con mucho gusto.
Carl Abrams, el leftfielder adquirido recientemente por los Gatos, es el principal tutor de Chico. Abrams tiene un buen conocimiento de español. Dick Williams, que también aprendió algo de español en los “menús” de California, igualmente ayuda a Chico en sus trabajos de lenguaje. Por medio de preguntas que le dirigimos con el auxilio del joven Rudy, sabemos que Chico pasa las de Caín con el idioma cuando le toca pedir sus alimentos en el restaurant. Sus postres favoritos: “Pastel de manzana y helado”, ya puede pedirlos, pero sus compañeros le ayudan en la elección de otras comidas.
Nos dice el joven Rudy que él no ve mucha diferencia en el baseball que se jugaba en su tierra natal, Venezuela, y en el que se juega en la Liga de Texas. El clima, Carrasquel jugaba desde septiembre hasta febrero en su país, es casi el mismo.
Los fanáticos son un poco diferentes: los venezolanos son más dados a la excitación y puede que en un agrio debate saquen a relucir un cuchillo o la pata de una silla para reforzar sus argumentos. El alto muchacho de amplias espaldas, está bien en un diamante, tanto en su tierra como en la ajena, a despecho de diferencias geográficas.
Fuera del campo tenemos el temor de que el muchacho sonriente se sienta solo, especialmente aquí en Fort Worth. En caminatas cuando está de gira con sus compañeros de club, tiene amigos con quienes hablar y hacer bromas.
Pero cuando el equipo está en casa, y los jugadores se diseminan hacia sus respectivos apartamentos y cuartos, Chico se queda solo. Habita en el Westbrook. Casi todo el día lo pasa sentado en su cuarto, leyendo cartas de sus familiares y también escribiéndolas.
Ocasionalmente, dice Chico, va a dar un paseo hacia la parte baja de la ciudad. El cine no le divierte mucho, porque no puede entender las palabras. Le informamos sobre el cine español en North Side, y se contentó muchísimo. No tiene mayor cosa qué hacer hasta las 8 en que se pone sus zapatos con “spikes” y toma su guante para ir a sus tareas de shortstop.
¿Nostálgico? Chico no quiere convenir en que lo está, pero sus ojos se iluminan cuando tiene noticias de su esposa y de su hijito de cuatro meses, a quienes dejó hará tres. Su esposa desde luego estaba contenta al saber que había logrado oportunidad para jugar baseball en los Estados Unidos y conseguir dólares yanquis, cuando Fresco Thompson del Brooklyn lo hizo firmar el contrato el año pasado. Ella le escribe diariamente.
Le agradaría traerse su familia, pero Chico explica que eso sería demasiado duro para ambos, con un niño, cuando ni su esposa ni él saben hablar el idioma ni entender las costumbres.
Como todo le agrada jugar aquí y se apega a ello. Quiere llegar a las Ligas Mayores, como su tío, Alejandro Carrasquel, que fue pitcher del Washington durante seis años. Y también se propone dominar el idioma, sonriendo todo el tiempo.
“Buenos días, amigo, hablamos nosotros”.
“Ok. Good bye”, dice Chico.
Logrará todo lo que desea. ¿Verdad?