La Pastora, contra el olvido (XVI)

Publicado : 9 diciembre, 2025

Categoria : Cultura, Destacados, RSE

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Este texto forma parte de la serie Crónicas de la (des)memoria urbana de Caracas, una propuesta del periodista Pedro García Otero para reencontrarnos con la ciudad.

Por: Pedro García Otero

Son muy pocos los caraqueños que viven fuera del centro de la ciudad que conozcan La Pastora. La Pastora es pequeñita, como una perlita decimonónica en el noroeste de Caracas, unas pocas calles, que pese a décadas de agresiones, mantiene su encanto de ciudad colonial. Es, por supuesto, un sitio importante en su historia: Es el pie del Camino de los Españoles, y por ello, allí está llamada la “Puerta de Caracas”. 

Tiene un aire de recepción, y unas hermosas nubes que bajan en los atardeceres y la cubren de niebla y fresco. Es un sitio bonito, de calles largas y casas decimonónicas, que confluyen en su iglesia y su plaza, sitios verdaderamente hermosos y representativos de esta ciudad. 

Una zona que, además, convive sin problemas (al menos en apariencia) con algunos de los primeros -y también más representativos- barrios caraqueños, como El Manicomio, Lídice o Catuche, incorporados a sus propias entrañas. Debajo de La Pastora que vemos está La Pastora que no vemos, pero que respira y tiene ritmo propio, y cuyos habitantes también se sienten pastoreños. Es también el límite donde comienza Catia, esa enorme zona de la ciudad a la que, pese a sus enormes diferencias internas, citamos en genérico.

¿Por qué, entonces, el olvido? ¿Por qué un plan de rescate, iniciado a principios de este siglo (y rápidamente, como todo, también abandonado), fue objeto de tantas críticas en su momento? ¿Por qué parece que para La Pastora no hubiera posibilidad de redención, que nadie está convencido de que puede convertirse en una referencia de la ciudad?

Por mucho tiempo, la gran limitación de La Pastora fue la sensación de inseguridad. Una percepción que puede haber sido más mito que realidad, pero que la castró, porque otro de los problemas que tiene es la permanente comparación que se hace entre ella y El Hatillo, que ha encontrado, muy exitosamente, la fórmula del centro comercial a cielo abierto. 

Pese a que relativamente, El Hatillo está mucho más lejos de casi toda Caracas que La Pastora, también es cierto que en sus alrededores hay mucha mayor abundancia relativa de consumidores de su oferta -particularmente, la gastronómica- que lo que se puede encontrar en La Pastora. También a diferencia de El Hatillo, La Pastora padeció intervenciones muy brutales, especialmente en las décadas de los 70 y de los 80, que le restaron encanto. Superbloques de vivienda donde hubo casas, y ni una mención al sitio en el que murió el ahora santo José Gregorio Hernández. 

Pero, últimamente, alrededor de la plaza hay el atisbo de un intento de darle vida comercial a la zona; al menos en 2024 hubo un tour que prometía visitar sus sitios de interés, terminando con un hervido en el Camino de los Españoles; @pastoreand0, en Instagram, también los ofrecía hasta el año pasado.

Lo cierto es que en estos tiempos en los que nos redescubrimos, y por primera vez en mucho tiempo, no nos molesta lo que vemos, La Pastora bien merece un paseo, y que sus ilustres vecinos reconozcan el valor de lo que habitan y comiencen a ofrecerlo. Desde luego, necesita mucho más para ser atractiva al turismo, pero lo que falta no es tan caro ni tan complicado como para no intentarlo otra vez.

Foto: Historias Que Laten

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