Por: Elías Pino Iturrieta | @eliaspino
En diciembre de 1866, el doctor Rafael Villavicencio pronuncia un discurso académico que propone a los estudiantes el estudio de la filosofía de Augusto Comte, llamada positivismo. La alocución llama poderosamente la atención del medio intelectual, que no había podido descifran el rompecabezas de un país en bancarrota. El texto pionero produjo una fiebre intelectual en cuyo desarrollo también influyeron otros catedráticos de la Universidad Central: Adolfo Ernst, Gaspar Marcano y Teófilo Rodríguez. Comienza un idilio nacional con el positivismo, que se prolonga hasta la tercera década del siglo XX.