Un homenaje al azul y el verde (XI)

Publicado : 10 junio, 2025

Categoria : Destacados, RSE

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Este texto forma parte de la serie Crónicas de la (des)memoria urbana de Caracas, una propuesta del periodista Pedro García Otero para reencontrarnos con la ciudad.
Por Pedro García Otero

¿De qué color es tu ciudad?  Esa pregunta se la hizo una encuestadora a ciudadanos de toda América Latina hace algunos años. Casi sin excepciones, la respuesta ganadora fue “gris”. La única ciudad en la que hubo una respuesta diferente fue en Caracas, donde la mayoría de las respuestas (obviamente, también) fue “verde”.

Desde tiempos inmemoriales, los viajeros que llegaban a Caracas elogiaban su clima de eterna primavera y el verde de sus montañas. Un funcionario de un país asiático que residía aquí me decía que, cuando se fuera, lo que más extrañaría de Caracas sería su brisa, esa brisa suave que sopla todo el año de este a oeste y en diciembre, cuando llega la época más bonita de esta ciudad, cambia de dirección.

Cuando me preguntan, cómo le preguntan a casi todo el mundo, por qué uno escogió este rincón de locos para vivir, pienso en mi madre, que, cuando le preguntaban lo mismo, decía “porque yo ya pasé mucho frío”. 

En su infancia (buena parte de ella transcurrida durante la Guerra Civil española), en Zas de Carreira, provincia de La Coruña, frío y escasez iban de la mano. Ese trauma se le quitó cuando llegó a esta ciudad de sol eterno, de una sola estación, que significó para ella un cambio brutal: se tropicalizó y en este valle que tanto amó quedó, con la lluvia y la sequía, sembrada. 

Vivir en Caracas es la posibilidad concreta de ver el mar y tomar el sol 52 fines de semana al año y en cualquier día intermedio; la de caminar unos metros más allá de una autopísta y estar en una montaña siempre verde; la sorpresa, también tan celebrada especialmente por los extranjeros que aquí residen, de que vengan a visitarte decenas de ruidosas guacamayas, que, por cierto, no son especie autóctona. 

De despertar con el canto del cristofué o con el olor a lluvia de la madrugada, de nunca tener que prender una calefacción, de resolverlo todo con una sonrisa, o de que aquí, todavía, dos perfectos extraños pueden darse los buenos días al cruzarse en la calle. 

De las muchas cosas que componen la “caraqueñidad”, me parece que todos destacarían el trato cordial entre la mayoría de los ciudadanos, la sonrisa con la que se abordan las cosas y nuestra característica de no tomarnos nada demasiado en serio, de creer, sinceramente o no, que Dios proveerá. El ruido de la salsa y de los camiones de vegetales y de las motos y de los carros, esta ciudad ruidosa, en permanente algarabía, con todo el mundo en la calle. 

Todas las anteriores son, sin duda, determinismo geográfico, consecuencia de nuestra condición climática, de este sol que brilla un poco más en agosto pero que es acogedor en diciembre, de este viento, del olor del humo en la sequía y del agua que llega a apagar los fuegos. 

¿Ustedes se imaginan que Caracas se hubiera creado con los estándares ambientales que rigen hoy en día, no en el siglo XVI? ¿Que hubiéramos tenido la inteligencia de respetar nuestras colinas, nuestros cursos de agua, nuestros espacios verdes, algunos en el corazón de la ciudad? ¿Que no hubiéramos tratado a la naturaleza como enemiga? ¿Que no hubiésemos forzado los espacios que da este pequeño valle para tratar de acomodar a un montón de gente que pudiera estar mejor en otras partes? 

Si Caracas es bella y particular como es, imagínense si la hubiéramos pensado… Sería una ciudad modelo en el mundo. Quizás todavía estamos a tiempo. Londres limpió el Támesis, París se rehizo por completo en el siglo XI, la Nueva York que conocemos hoy se construyó empezando el siglo XX. Las ciudades nunca terminan de hacerse. Todo lo que hace falta es visión de largo plazo -y empeño. 

Pero empezando hoy. 

Sigue la serie Crónicas de la (des)memoria urbana de Caracas: 

1. Del centro de toda la vida (I) 

2. Caracas, casco y suburbio (II)

3. ¿Cuál de estas es Caracas? (III)

4. Toponimia de la memoria y el olvido (IV)

5.La ciudad y los Superbloques (V)

6. Caracas, una casa contra el tiempo (VI)

7. Caracas de quebradas y ríos (VII)

8. Una ciudad que se sacude (VIII)

9. Caracas de tribus y acentos (IX)

10. La leyenda negra y la leyenda dorada del barrio caraqueño (X)

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