La preocupación por la lejanía de la urbanización Altamira con la ciudad de Caracas no fue un problema para Roche. Un lujoso y confortable autobús comenzó a viajar de Altamira al centro de Caracas y viceversa. En 1946 se presentaba en el noticiero nacional, según el registro de los archivos audiovisuales de Cine Archivo, como “los más modernos adelantos de la ciencia urbanística”.
Por Carmen Victoria Inojosa
En los periódicos de mediados del siglo XX se leía “Altamira, dirigida por Luis Roche”. Así comenzaba la expansión de la ciudad hacia el este de Caracas hace 78 años.
La entonces hacienda El Paraíso daría paso a tres avenidas de 5 kilómetros con suelos asfaltados, casas con estilo vasco, una plaza de entrada monumental y diseño academicista de inspiración neobarroca, un obelisco de 24 metros de altura con fuentes y jardines. Además de un espejo de agua de 50 metros de largo, locales comerciales y un teatro cine. “Es demasiado lejos. ¡No se puede vivir allá”. Esta frase la recupera Francisco Pérez Gallego en su texto “En Altamira, dirigida por Luis Roche”: su espacio y mobiliario urbano.
La hacienda primero fue un terreno de inmigrantes españoles, quienes eran los padres del escritor y médico Manuel Díaz Rodríguez, luego de los hermanos Francisco de Sales y Ana Cecilia Branger Párraga. Hasta llegar a los hermanos Luis y Carlos Roche en 1943.
“La iniciativa de poblar este sector rural de 110 hectáreas, ocupado por la hacienda El Paraíso, pese al proceso edificatorio que se había emprendido pioneramente en las haciendas circunvecinas, sería el germen de la futura urbanización Altamira”, se lee en el texto de Francisco Pérez Gallego.
La preocupación por la lejanía de Altamira con la ciudad de Caracas no fue un problema para Luis Roche, urbanista y empresario. Un lujoso y confortable autobús comenzó a viajar de Altamira al centro de Caracas y viceversa. En 1946 se presentaba en el noticiero nacional, según registro de los archivos audiovisuales de Cine Archivo, como “los más modernos adelantos de la ciencia urbanística”.
“Altamira, como hecho urbano lo que representa es una oportunidad de hacer un urbanismo con una visión muy profesional, lleno de referencias icónicas en término de poblar, de hacer la avanzada para terminar de consolidar la apropiación de un territorio que estaba todavía poco desarrollado. El desarrollo de Altamira terminó significando la avanzada urbana de la ciudad hacia el este, como una especie de conquista”, reflexiona Melín Nava, profesora e investigadora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela.
Nava cuenta que Luis Roche contrató al arquitecto español Manuel Mujica Millán para que desarrollara los elementos de la plaza: “Es el encuentro entre esa arquitectura de Mujica, que era una interpretación de la arquitectura neocolonial, con referentes de otras influencias culturales que terminaron confluyendo”.
Con la frase “Línea Propia Altamira” comenzó a viajar un autobús por un circuito de varias paradas: “Estas partían de la Plaza Altamira como nodo principal, con esperas intermedias a lo largo de las avenidas El Ávila y El Parque, hasta alcanzar la Décima Transversal, continuado con una ruta interurbana de paradas a través de la ciudad hasta llegar a la iglesia Santa Teresa, en el centro como punto terminal”, escribió Pérez Gallego.
Hoy quedan 5 paradas de piedra artificial que son parte del Patrimonio Cultural del Municipio Chacao, según escribió Melín Nava en Oportunidades para reescribirnos en el paisaje urbano del municipio Chacao.
“A 20 bolívares el metro cuadrado”
“A 20 bolívares el metro cuadrado”, este fue el cartel que Luis Roche fijó en el Diario El Nacional el 17 de diciembre de 1944. Así comenzó a promover la compra de terrenos en Altamira. El precio del metro cuadrado en las avenidas El Parque, El Ávila y transversal 6 fue de 25 bolívares.
“En Altamira, entre la 9na y la 11va avenida, encontramos casas y viviendas multifamiliares, pareadas, aisladas, que tienen el sello vasco y merecen ser puestas en valor y celebradas por la ciudad. Todas las edificaciones fueron construidas entre 1946 y 1951”, escribió Melín Nava en Oportunidades para reescribirnos en el paisaje urbano del municipio Chacao. El arquitecto fue el español Miguel Salvador.
En 2016, Nava registró 14 edificaciones significativas en Altamira Norte: Aigori y Gorbea, Sara, Villa Nina, Altamira, Lucila, Marajual, Marifina, Doña Inés, Los Cuervos, Armonía, Mary Judith. “Pudimos darnos cuenta que había una aspiración, no solo del desarrollo inmobiliario, sino de la coherencia en la propuesta que se planteaba desde el inversionista, una propuesta que tenía una impronta, una identidad, donde se rescataba la arquitectura que nos estaba llegando de referencia de otros lugares”, destacó Nava.
Otras viviendas han tenido destino comercial o son edificios modernos.