Por: Javier González | @javiergon56 – Carlos Figueroa Ruiz | @CFigueroaRuiz27
Primer gran evento deportivo internacional que se llevó a cabo en Venezuela y en el que se estrenaron las más modernas obras de infraestructura que aún se mantienen al servicio de la afición capitalina
Del miércoles 5 al viernes 21 de diciembre de 1951 se celebraron en la ciudad de Caracas los III Juegos Deportivos Bolivarianos, con la participación de delegaciones de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Fue la primera competencia multidisciplinaria celebrada en Venezuela con el aval del Comité Olímpico Internacional (COI).
El país tuvo la oportunidad de proyectarse por el empeño en dotar de excelentes instalaciones a sus atletas, gracias a la apertura de la moderna infraestructura deportiva de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la cual incluía un estadio Olímpico, uno de beisbol, un complejo de piscinas y varias canchas de tenis. Fuera de los espacios de la UCV, en La Vega, se puso en funcionamiento el velódromo Teo Capriles, mientras que en el Fuerte Tiuna se inauguraron una piscina olímpica, un gimnasio cubierto con cancha de madera y un polígono de tiro.
A pesar de la extraordinaria inversión que hizo el Estado venezolano, la delegación peruana encabezó el medallero con 104 preseas, incluidas 40 doradas, mientras que los anfitriones ocuparon el segundo lugar con 95 medallas, entre ellas 33 de oro.
Los atletas más destacados de la justa fueron la corredora panameña Carlota Gooden, quien ganó tres medallas doradas en pista y campo, y el pedalista peruano Hernán Llerena, quien se impuso en tres competencias ciclísticas.
Por la delegación venezolana sobresalieron el lanzador Blas Rodríguez, quien propinó no hit no run a Colombia en la apertura del Estadio Universitario de beisbol; Asnoldo Devonish, quien ganó dos preseas de oro en las pruebas de salto largo y salto triple, como parte de su preparación para los Juegos Olímpicos del año siguiente, y Teófilo Davis Bell, quien ganó las competencias de 110 metros con vallas y salto alto.
La revista Élite, en su edición del 8 de diciembre de 1951, destacó que, “con la imponencia que era de esperarse, rodeado del marco movible y bullicioso de una multitud de alrededor de 50 o 60 mil almas, desfilaron las representaciones de los seis países que hoy estrechan en competencias deportivas los lazos de hermandad que nos entregaron en legado saturado de pólvora de cañones y gritos de libertad”.
La mayor multitud que recuerda la historia deportiva venezolana de ese entonces, se congregó en el monumental Estadio Olímpico de la UCV para presenciar las ceremonias inaugurales, que estuvieron revestidas de brillantez por parte de participantes y espectadores.
Desde la delegación visitante más numerosa ─Perú─ hasta la más pequeña ─Bolivia─ pasando por la venezolana, todos cosecharon el fruto ruidoso de los aplausos como eco de su paso frente a cada una de las tribunas.
El momento culminante, sin embargo, fue el de la entrada de Carlos Feo, portador de la antorcha donde brillaba el rojizo resplandor del Fuego Olímpico. Su carrera alrededor del estadio, y luego la rápida ceremonia de encender la llama olímpica que presidirá simbólicamente la celebración de todos los encuentros, vistió de emoción a todos y cada uno de los que plenaron el óvalo universitario.
“Cientos de palomas como en un desplegar de pañuelos, el bronco saludo de los cañones, un encaje de gritos como un palio sobre el verde de la grama, el marcial aspecto de las banderas recibiendo el abrazo del viento y el movible anillo del público donde se destacaban como explosión de colores los bulliciosos “cheers” de las “barras”, hicieron del desfile inaugural un espectáculo difícil de olvidar y que fue un digno comienzo de los III Juegos Bolivarianos, indicó el diario La Esfera.
Sea quien fuere el país vencedor de estas jornadas deportivas, la realización de los Juegos será un blasón de orgullo para este terruño nuestro, cuna del Genio de América”, remató el reportaje de la revista Elite.