Caracas, casco y suburbio (II)

Publicado : 29 enero, 2025

Categoria : Destacados, RSE

Visitas: 52

Tags: , ,

Este texto forma parte de la serie Crónicas de la (des)memoria urbana de Caracas, una propuesta del periodista Pedro García Otero para reencontrarnos con la ciudad. 
Por Pedro García Otero

Caracas es como ese muchacho que creció demasiado de prisa, y al que de un día para el siguiente toda la ropa le quedó corta, obligando a su madre a improvisar remiendos y extensiones. Nuestra inveterada capacidad de improvisación se muestra en nuestras ciudades, pero muy especialmente (por obvias razones de centralismo administrativo) en la capital. 

Generalmente, las consecuencias de la improvisación son malas. Y en Caracas padecemos muchas de ellas a diario: por sólo citar algunas, la inmensa desconexión norte-sur, que hace que el tráfico sea mucho más pesado de lo que debería, o el desastre que son nuestros cursos de agua devenidos en albañales a cielo abierto, algo que tenía algún sentido en el siglo XIX, pero ninguno en el XXI. 

Pero los caraqueños debemos a la improvisación que, hoy, nuestra ciudad sea un fascinante (y vibrante) museo de arquitectura, todavía en desarrollo. 

Uno imagina que, pese a que el valle que asienta la ciudad es de dimensiones muy modestas (unos 23 kilómetros de este a oeste, y unos 5, en promedio, de norte a sur) los habitantes de esa aldea soñolienta que hace un siglo era Caracas jamás imaginaron que ese valle se iba a poblar por completo. 

Fue apenas en 1938 cuando un nuevo Gobierno, el de López Contreras, ordena al urbanista francés Maurice Rotival la elaboración de un plano de vialidad para todo el valle, el cual, lejos de preservar la cuadrícula urbana, concibió la ciudad como un centro monumental rodeado de periferias. 

De aquello nos quedó esta ciudad inquietante, que muchas veces más que una ciudad parece un montón de pueblos pegados, pero a la cual cada quién, como en un Lego, podía agregar su visión de qué quería hacer con ella. 

Y de hecho se hizo así, porque cada nuevo espacio que se iba agregando a la ciudad tenía su propia fórmula de construcción, e incluso, su propia cuadrícula urbana (si la tenía). 

Nuestra ciudad, la de las ocho manzanas alrededor de la Plaza Mayor, luego Plaza Bolívar, fue haciéndose un gigantesco extrarradio, mal conectado, pero con tantas identidades como un dodecaedro. 

Hoy, si usted está en El Valle, en San Bernardino, en la avenida Victoria, en Chacao, El Paraíso o San Agustín, por ejemplo, usted podrá ver algunas de esas capas de arquitectura urbana, incompleto, porque incluso a su interior hay modificaciones, pero cosas interesantísimas según donde usted esté. 

Por ejemplo, el contraste entre la arquitectura de comienzos del siglo XX de ese extrarradio que fue, en su momento, la urbanización San Agustín y el epítome del brutalismo que significan Parque Central y el Complejo Cultural Teresa Carreño; o la bella muestra de arquitectura italiana adaptada al trópico en urbanizaciones como Valle Abajo, conviviendo con esa otra ciudad, la autoconstruida, en la Cota 905; o la alucinación tropical que hizo que los planificadores de San Bernardino trataran de emular a París con sus vías en forma de estrella desembocados en redomas, que contrastan con la hermosa linealidad de las calles y avenidas de Altamira y Los Palos Grandes, que, al menos en mi opinión, son el epítome de la modernidad caraqueña.

Los hombres (y las mujeres) son hijos de su tiempo, de las ideas dominantes de ese tiempo. El Plan Rotival respondía a la visión del futuro que tenían los seres humanos de la década de los años 30, que no en vano fueron también la década de la masificación del automóvil en los países desarrollados. Se preveía un futuro de autopistas y de suburbios aún en sitios donde no había espacio para ellos, como lo era, en ese momento, el valle de Caracas. 

Pero esos tiempos cambiaron, y hoy las ciudades valiosas y que dan calidad de vida a sus habitantes son aquellas que mantuvieron su cuadrícula, con las lógicas adaptaciones para el tránsito, y que además hacen un continuo también comercial de su vida. 

Quedémonos con nuestra riqueza arquitectónica, que en un futuro, no lo duden, será motivo de visita de aquellos interesados en evaluar qué pensaban quienes soñaron el desarrollo del siglo XX en el mundo entero. 

Los comentarios estan Cerrados.