Hoy más de 3000 mujeres con batas amarillas siembran esperanza en Venezuela: son las Damas Salesianas. El 13 de mayo la asociación cumplió 56 años de su fundación. Su fundador fue el padre Miguel González, un sacerdote español que llegó a Venezuela el 6 de marzo de 1961.
Por Carmen Victoria Inojosa
Una dama salesiana nunca se quita la bata amarilla. La lleva puesta desde temprano. Usarla las prepara para enfrentar el día. Se sienten listas. “Esta es la fortaleza de nosotras. Es la representación de la dama salesiana”, dice Marianela Valdes de Rojas, presidenta del Centro Gustavito García Luján, uno de los 28 centros de la Asociación Damas Salesianas.
Marianela se mira la bata. Y recuerda que hace unos días, el 13 de mayo, la Asociación Damas Salesianas cumplió 56 años de su fundación. Su fundador fue el padre Miguel González, un sacerdote español que llegó a Venezuela el 6 de marzo de 1961. Una de sus obras en el país fue la creación de la Asociación Civil Damas Salesianas en 1968. Él dedicó su vida al servicio de Dios y de los demás, siguiendo a Don Bosco.
Hoy más de 3000 mujeres con batas amarillas siembran esperanza en Venezuela. Unas de ellas son Marianela, Úrsula Hernández, Consuelo Ortiz y Cristiana Visso, voluntarias en el Centro Gustavito García Luján.
—Ser dama salesiana no cambia con el tiempo. Es un sentir del corazón. Es un llamado que hace papá Dios. Y sus llamados se mantienen con el tiempo— piensa Marianela.
Ser dama salesiana puede ser muchas cosas. Pero el resumen es ser una voluntaria sembradora de esperanza. Es también “mirar por el prójimo”, agrega Marianela. En el Centro Gustavito García Luján, ubicado en corralito en El Hatillo, está el Colegio María Auxiliadora. Allí, por ejemplo, hay más de 400 estudiantes y 53 empleados, entre docentes, obreros y administrativos. Las Damas Salesianas están al servicio de esta comunidad.
Marianela sonríe mientras camina por el pasillo de la institución, también muestra los salones, presenta al personal y habla de los proyectos. Se siente feliz porque a pesar del esfuerzo de mantener cada uno de esos espacios, su equipo logra dar educación de calidad a los niños de la zona rural de El Hatillo.
Bajo el brazo, Marianela lleva una carpeta. Es la carpeta de un día de junta, dice y la muestra. La primera hoja es el presupuesto para el cableado de internet, en la segunda hoja está el caso de una maestra que requiere asistencia, la siguiente es el proyecto para reparar el techo y el piso de la cancha. Por último, hay un programa especial llamado “El platico lleno”.
Desde temprano las cocineras preparan “El platico lleno” para más de 100 estudiantes. En el mesón hay una fila de platos, el arroz ya está en su punto y del horno sale el olor a pollo asado. “Todo esto es a pulso, necesitamos de muchos para sacar adelante al colegio”, cuenta Marianela.
Educar con amor
—Maestra, tome el cuaderno—se escucha en el salón.
Ellos son estudiantes de primer grado del Colegio María Auxiliadora que pertenece al Centro Gustavito García Luján. Forman parte del grupo de 400 alumnos de la zona rural de El Hatillo que atiende las Damas Salesianas en la institución.
—A ver, ¿cómo van?—responde la maestra Isabel.
Isabel Aguirre es una maestra de 62 años de edad. Comenzó a dar clases en el Colegio María Auxiliadora en septiembre de 2023. “Me siento como una niña más”, dice y su sonrisa traviesa la delata. También su gran lazo verde que le recoge el cabello. “No esperaba trabajar aquí. Pero me conseguí con estas bellas damas y me dijeron ‘usted se viene para acá con nosotras’”.
Durante la pandemia del Covid-19 Isabel se sintió triste. Su familia está fuera del país. Extrañaba dar clases y sentirse acompañada por los niños. El colegio la rescató. Ella tenía 10 años sin estar en un aula, se dedicaba a labores administrativas en Fe y Alegría. “Regresar es como un nuevo amanecer porque sé que estos niños me están esperando”.
Isabel tiene el salón más bonito, piensa. Cuando se sienta en su escritorio a corregir, a su espalda, tiene la montaña y una gran luz natural arropa el salón. Las mesas están organizadas para que los niños puedan verse cara a cara, eso le agrada también a Isabel. “Ellos pueden compartir más y pedir ayuda al compañero cuando no comprenden algo”.
El Colegio María Auxiliadora educa con amor. “No solo se le da educación a los niños. Aquí desde el que abre la puerta hasta que la cierra, aprende. Nosotras también aprendemos una de las otras. Porque nos alimentamos de nuestras fortalezas”, asegura Marianela.
Banesco ha ayudado a sembrar esperanza. Desde 2004 la Asociación Damas Salesianas es socio social del banco. Su apoyo se ha concentrado, entre otras cosas, en fortalecer la labor educativa de la asociación. Entre las iniciativas se encuentran: construcción y la restauración de infraestructura de unidades educativas como Centro Mamá Margarita de Petare, Monseñor Rufino Pérez y Don Felipe Rinaldi en Zulia y Madre Mazzarello en Barquisimeto, así como la dotación de equipos tecnológicos y mobiliario para la adecuación de estos espacios.