Es una analogía del estado emocional volátil y los cambios abruptos en el ánimo que experimenta un emprendedor en el ciclo de vida de su proyecto.
Por: Orlando Luna
Al hablar de emprender, es natural que lo primero que nos viene a la mente son las estrategias de mercado, el plan de negocios y el know-how técnico que hacen único a nuestro producto o servicio. Esto es cierto, pero ¿qué sucede cuando los planes no salen como esperábamos? ¿cuando los clientes nos dicen “no”? Una visión brillante y las mejores habilidades técnicas pueden tambalearse y el emprendedor entra en pánico. Es en esos momentos de incertidumbre y presión, tan comunes en el viaje emprendedor, donde entra en juego el verdadero motor de la sostenibilidad: la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones, así como la habilidad para influir en las emociones de los demás. Sus componentes clave, según Daniel Goleman, son cinco: autoconocimiento, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales.
Es la habilidad clave que separa los proyectos que sobreviven de los que sucumben al estrés.
Para un emprendedor, esta competencia es vital ya que no solo impacta en su bienestar personal, sino que también afecta la cultura organizacional y la relación con los empleados, socios y clientes. Algunos autores usan la analogía de que “el emprendimiento es un deporte emocional de alto rendimiento”.
Y de allí también se deriva otra analogía: “el efecto de la montaña rusa”, utilizada para describir el estado emocional volátil y los cambios abruptos en el ánimo que experimenta un emprendedor a lo largo del ciclo de vida de su proyecto. Se caracteriza por pasar rápidamente de la euforia a la desesperación, sin darnos cuenta.
Aunque puede variar, ese “viaje” suele tener el siguiente ciclo:
- Subida (euforia, pasión, optimismo): se idealiza el proyecto; el emprendedor está listo para “comerse el mundo”. Expectativas altas y energía a millón.
- Bajada (desilusión, miedo, frustración): la realidad choca con la expectativa; obstáculos inesperados y los resultados tardan; aparece la duda.
- Fondo (inseguridad, bloqueo, agotamiento): punto más bajo donde se intensifican el miedo al fracaso y la inevitable sensación de abandonarlo todo.
- Remontada (reajuste, optimismo más realista, resiliencia): se ha aprendido de los errores, puede cambiar la estrategia y se recupera el impulso con una visión más madura y sostenible.
La clave para sobrevivir al viaje, la gestión emocional, no pretende eliminar la montaña rusa sino amortiguar sus efectos extremos. Ni hundirse demasiado: evitar la autocompasión y usar el miedo como catalizador de riesgos al planificar. Ni inflarse demasiado: un optimismo realista evitará tomar decisiones impulsivas basadas en la euforia. Por supuesto, se debe entender que los altibajos son normales en todos los emprendimientos.