Victor Davalillo: de león a tigre

Este texto forma parte del libro Vitico al Bate de la colección Patrimonio de la Biblioteca Digital Banesco. El título está disponible para su descarga gratuita en Banesco.com

“El Universitario es mi casa, pues allí comenzó y terminó mi carrera de pelotero” –Víctor Davalillo

Uno de los mejores peloteros de la historia brilló durante 30 años en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional: 19 con los Leones del Caracas, uno con Portuguesa (Tibuleones) y diez con los Tigres de Aragua. La capital de la República fue para este zuliano la cuna de sus glorias. Con los Leones fue más que un ídolo. Con ese club logró cuatro campeonatos de bateo, seis títulos de campeón y dos subcampeonatos. Participó en ocho semifinales y, por si eso fuera poco, en la temporada 1961-62 bateó para .406 y ganó 10 partidos como pitcher. En total conectó en el parque de la UCV 779 de sus 1.505 hits. Mientras que con el uniforme de los Leones despachó 1.027 inatrapables.

De pitcher a bateador

Vitico Davalillo fue firmado como pitcher por el Caracas, pero desde la segunda campaña con el conjunto capitalino comenzó a ser utilizado como jardinero e inicialista aprovechando su condición de zurdo. No obstante, las esperanzas de la directiva de Leones estaban cifradas en el brazo equivocado del hermano menor de Pompeyo.

En la zafra 1958-59, su segunda en la pelota profesional, el cubano Reinaldo Cordeiro, quien reemplazó en la dirección del Caracas a Alfonso ¨Chico¨ Carrasquel, tenía en sus planes a Davalillo entre sus lanzadores abridores. Sin embargo, mientras se reportaban los extranjeros, tuvo que colocarlo en los jardines o en la primera base.

Fue a partir de este campeonato cuando Vitico comenzó a utilizar el número dos (2) en su uniforme, con ello hacia un ¨one-two¨ con su hermano Pompeyo, quien lucía el 1 en su franela.
El 18 de octubre de 1958, Davalillo figuró por primera vez en un line up abridor del Caracas. Lo hizo como centerfield y noveno bate, conectando un sencillo en tres turnos ante el Valencia y anotando dos carreras. Ese sería el primero de los nueve indiscutibles que conectó en esa temporada.

Al llegar los importados, a fines de octubre, su participación se redujo a la de lanzador. El 11 de enero de 1959, obtuvo ante el Valencia, en Cumaná, su primera victoria como pitcher abridor.
Al concluir el campeonato, tenía récord de una victoria y una derrota y average de .237 con el madero, producto de 9 hits en 38 turnos.

El Caracas quedó eliminado por segundo año consecutivo, por lo que sus propietarios, Oscar ¨Negro¨ Prieto y Pablo Morales, deciden realizar algunos ajustes en el roster del equipo. Envían al estelar lanzador José “Carrao¨ Bracho al Oriente a cambio del outfielder Aquiles Gómez y el pitcher Marcelino Sánchez. También firman algunos novatos, entre ellos, a un prometedor jovencito llamado César Tovar, quien recibe un bono de 5 mil bolívares y un sueldo mensual de mil 200 bolívares.

En marzo de 1959, un grupo de exjugadores, jugadores, técnicos y dirigentes funda la Asociación de Peloteros de Beisbol Profesional, cuyo primer presidente fue Juan Antonio Yanes (Yanesito), dirigente, miembro fundador de la LVBP y propietario de varios equipos de beisbol.

En la zafra 59-60, los Leones del Caracas repiten al piloto cubano Reinaldo Cordeiro, quien, conjuntamente con el agente del club en Estados Unidos, Luis Alejandro Blanco Chataing, coordina la contratación de jugadores extranjeros, que unidos a criollos de la talla de los veteranos Alfonso Carrasquel, Pompeyo Davalillo, Guillermo Vento y del novato Víctor Davalillo, conforman una sólida novena, al menos así aparentaba en el papel.

El campeonato se inicia luego de serias divergencias entre la recién fundada Asociación de Peloteros Profesionales (APP) y la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP). La APP exigía la eliminación de los play offs, pues salían perjudicados económicamente aquellos peloteros que no podían asistir por estar eliminados sus clubes.

Resuelto el problema al suprimirse los play offs, el 22 de octubre de 1959 se cantó la voz de ¡play ball!, con la asistencia del presidente de la República, Rómulo Betancourt, quien lanzó la primera bola del encuentro entre Oriente y Pampero, disputado en el parque de la UCV y que dejó en taquilla poco más de cien mil bolívares. En el otro partido de la jornada, jugado también a casa llena en el estadio Cuatricentenario de Valencia, el zurdo Vitico Davalillo maniató a los Industriales para darle la victoria al Caracas 5 a 2. Tan solo cinco hits y dos carreras, toleró el zuliano para lograr su primer triunfo en un partido inaugural de la LVBP.

Cordeiro había incluido nuevamente a Davalillo en la rotación del conjunto caraquista. Sin embargo, un incidente ocurrido el 25 de octubre con los outfielders norteamericanos Bill Causion y Joe Taylor, lo obligó a cambiar sus planes.
Causion y Taylor fueron despedidos por el ¨Negro¨ Prieto al presentarse completamente ebrios al estadio Universitario poco antes de un partido. Desde entonces, Vitico sería utilizado con cierta regularidad en los jardines. En poco tiempo, el zurdo de Cabimas se ganó la confianza del estratega cubano al batear sobre trescientos y mostrar una sólida defensa de la pradera central.

Suspensión del campeonato

A mediados de diciembre, se produce una pelea entre el gerente general del Pampero, el periodista Eduardo Moncada, y el mánager del equipo, el exgrandeliga Alejandro ¨Patón¨ Carrasquel, quien le propina un derechazo que le fractura la mandíbula.
Ante la gravedad de los hechos, el presidente de la LVBP, Herman ¨Chiquitín¨ Ettedgui, suspende al ¨Patón¨ por ¨dos años de toda actividad en la pelota profesional¨. La APP reacciona y emite un comunicado apoyando a Carrasquel. Se inicia entonces una fuerte polémica entre la LVBP y la APP que culmina con la negativa de un grupo de jugadores de participar en el Juego de Estrellas pautado para celebrarse en Maracaibo, el 24 de diciembre. La Liga suspende al grupo de peloteros que se negó a participar en el clásico de las estrellas. La APP decreta huelga y la liga decide suspender el campeonato. Para ese momento, los Leones y los Industriales encabezaban la tabla de posiciones con 16 triunfos y 13 reveses, seguidos muy de cerca por Pampero a medio juego (15-13) y Oriente a juego y medio (14-14).
Hasta entonces, Vitico había actuado en 26 de los 29 juegos que realizó el Caracas. Bateó para .299, al tiempo que, como lanzador, dejó registro de una victoria por una derrota.

Davalillo con Gavilanes y Pastora

Al suspenderse el campeonato de la Liga Central, como también denominaban a la LVBP, los clubes zulianos aprovecharon para reforzarse con peloteros criollos provenientes de ese circuito. Fue así como Gavilanes se hizo de los servicios de Vitico, quien dejó registro de una derrota en dos apariciones, con 5.1 innings y efectividad de 8.44, mientras que con el madero promedió para .333. Gavilanes quedó eliminado y de inmediato, para la postemporada, Pastora lo toma como refuerzo. Vale acotar que Davalillo fue seguidor durante su infancia del equipo lácteo.

En el segundo partido de la serie final entre Rapiños y Pastora, efectuado el 31 de enero de 1960, fue llamado como bateador emergente en el séptimo inning en lugar del pitcher Luis Marturet, y conectó jonrón de dos carreras. Luego relevó de manera impecable durante dos episodios. En su segundo turno al bate en ese encuentro, disparó otro cuadrangular, convirtiéndose en el primer criollo que bateaba dos vuelacercas en un partido de serie final. Ambos estacazos se los conectó al veloz derecho Julián Ladera. A pesar de esa gran actuación de Vitico, el equipo lácteo perdió 6 a 5.
En los siguientes cuatro partidos, destacó desde la lomita y el cajón de bateo, pero no pudo impedir que Rapiños cargara con la corona y el derecho de representar a Venezuela en la Serie del Caribe.

En el torneo 1960-61, el Caracas colocó nuevamente a Vitico entre sus lanzadores abridores, pero el muchacho volvió a demostrar que su talento no estaba solo en el montículo sino también en la caja de los bateadores, por lo que, los mánagers del elenco caraquista en esa zafra, Charlie Thompson y Antonio Briñez, tuvieron que darle oportunidad de jugar con mayor frecuencia en el outfield debido al bajo rendimiento de los extranjeros. Entonces bateó para .327 en 36 juegos, con registro de 1-4 como serpentinero. No obstante, el equipo melenudo ocupó el sótano en la tabla de posiciones.

Entonces volvió a ser escogido como refuerzo para la semifinal. En esta ocasión por los Industriales del Valencia, club con el que bateó para .353 en 4 partidos y luego los acompañó a la I Serie Interamericana, en Caracas. El “zurdo de oro” volvió a brillar con el madero conduciendo a los valencianos a conquistar la copa.
La contienda 1961-62 marcó la llegada del mánager cubano Regino Otero al Caracas. Vendría entonces lo que se llamó la exitosa era de Regino, quien conocía muy bien a Vitico pues fue su mánager en el Jersey City en 1960. Otero siempre miró a Davalillo como bateador más que lanzador, de allí que en ese torneo le dio oportunidad de batear y lanzar como nadie hasta entonces lo había hecho.

Despojado de un liderato de bateo

En esa temporada 1961-62, Vitico ganó 10 juegos como serpentinero y conectó para .406, no siendo líder de los bateadores por una garrafal decisión del recopilador oficial.
En principio a Vitico lo declararon campeón bate, incluso le entregaron el premio en metálico (Bs. 3.000) que le correspondía por tal actuación. Sin embargo, poco después le fue arrebatado ese liderato.

Luego que el Comité de Reglas de Anotación del beisbol de los Estados Unidos modificó, en 1957, la Regla 10.22, para establecer como criterio de exigencia para optar al liderato de los bateadores el factor 3.1 turnos multiplicados por el número de juegos-calendario, para las Grandes Ligas, y el 2.7 turnos multiplicados por el número de juegos-calendario, para las ligas menores, adscritas a la National Association, el recopilador oficial de nuestro beisbol profesional, el periodista Guillermo Becerra Mijares, decidió poner en práctica, a partir de la temporada 1957-58, dicha modificación. Desde entonces se comenzó a utilizar el 2.7 turnos por el número de juegos-calendario como factor para determinar el mínimo de visitas al plato requeridas para optar al liderato de bateo. En esa misma campaña se comenzó a tomar en cuenta también las “apariciones al bate”.

El factor 2.7 se mantuvo vigente en nuestra pelota rentada precisamente hasta el campeonato 1961-62, cuando, el 10 de enero de 1962, poco más de dos semanas antes de finalizar la temporada, Becerra Mijares anunció que, de acuerdo a las “nuevas reglas”, para poder optar al liderato de bateo había que ajustarse al factor 3.1, aclarando que ahora existía la posibilidad de que el “recopilador oficial le sumara la cantidad de turnos al bate fallido que sean necesarios para completar apariciones requeridas para obtener el average legal de bateo”.
De allí que, el 29 de enero, un día después de concluido el campeonato, la liga declarara a Víctor Davalillo campeón bate con promedio de .381, luego de agregarle 9 turnos en blanco. Fue entonces cuando un aficionado reclamó, a través del diario caraqueño La República, “que Vitico no tenía las apariciones legales (158) y que el Recopilador Oficial no debió haberle agregado esos nueve turnos en blanco, pues eso no estaba contemplado en la Regla 10.22”. Decía además el aficionado, “que el recopilador debió haber utilizado el 2.7 como factor para determinar el número de veces al bate requerido y nunca el 3.1, pues éste último factor es sólo para las Grandes Ligas”.

Estaba claro que, para nuestra liga, el factor más conveniente era el 2.7, tal y como se había aplicado en los cuatro torneos anteriores. Además, así lo establecía la Regla 10.22, pues nuestro beisbol no es Grandes Ligas.

El reclamo del aficionado levantó una gran polémica en las redacciones deportivas de los diarios del país. Ante tal situación, el recopilador decidió consultar con el gerente general The Sporting News, J. Taylor Spink, publicista y editor de las recopilaciones y récords del beisbol en las Ligas Mayores, quien, a través de una carta publicada en el diario La República, el 13 de abril de 1962, afirmó que, “de acuerdo a la Regla 10.22, Davalillo no es elegible para obtener el campeonato de bateo debido a que no tuvo las exigidas 158 apariciones al plato, producto de la multiplicación del número de 51 juegos por 3.1”. Anteriormente, decía Spink, “las reglas permitían añadir turnos imaginarios a los jugadores que no alcanzaran los reglamentarios, tal y como usted lo hiciera con esos nueve turnos de Víctor Davalillo”.

Fue entonces cuando, casi tres meses después de haber declarado líder bate a Davalillo y hasta entregarle el premio de 3 mil bolívares, el recopilador oficial tomó la drástica decisión de declarar campeón bate al norteamericano Tony Curry, quien, a pesar de haber bateado tan sólo para .346, tenía los turnos requeridos y el promedio al bate más alto después del zuliano.
Vitico conectó en ese contienda para .406, producto de 56 hits en 138 turnos al bate, justo el número de turnos al bate requeridos si hubiese sido 2.7 el factor determinante, pues su equipo tenía programados 51 juegos (51 X 2.7= 138), pero al producirse la modificación al factor 3.1, Davalillo requería entonces haber tenido al menos 158 apariciones al plato, logrando alcanzar tan sólo 149, con las nueve bases por bolas que recibió y los dos elevados de sacrificios que conectó.

Si bien es cierto que a Vitico le faltaron 9 apariciones para alcanzar las 158 requeridas, no es menos cierto que entre las condiciones de campeonato establecidas por el propio Recopilador Oficial, antes de iniciarse la temporada 1961- 62, estaba el 2.7 como factor de medición para determinar el número de turnos legales al bate que debería tener todo aquel pelotero que aspirase el título de bateo. Esa condición era la misma, como señalamos, que se había utilizado en los cuatro anteriores torneos, es decir, desde el torneo 1957-58.
Primer campeonato de bateo

El Caracas, en su afán por conservar el título pactó nuevamente para la zafra 1962-63 con el cubano Otero, quien se encargó de contratar jugadores de la calidad de los hermanos dominicanos Mateo y Felipe Rojas Alou, además de peloteros criollos y estadounidenses como César Gutiérrez y Jim Constable, respectivamente.
Convencido de que Vitico Davalillo era mucho mejor bateador que lanzador, Regino decidió colocar al zuliano como su jardinero central de todos los días. Y el zurdito de Cabimas no lo defraudó, aun cuando el Caracas no pudo revalidar su título de campeón y tuvo que conformarse con el subcampeonato.
El hermano menor de Pompeyo Davalillo, acaparó la mayoría de los departamentos individuales ofensivos. Fue líder bate con promedio de .400 (150VB 60H), primero en carreras anotadas con 33, en dobles con 16, bases alcanzadas (94) y slugging (.627). Por si eso fuera poco, conformó con el caraqueño César Tovar una demoledora pareja en el terreno de juego. Desde entonces, ambos peloteros se constituyeron en el sístole y diástole del corazón del Caracas y en dos de las más grandes atracciones del beisbol profesional venezolano. Fue un onetwo tan inolvidable como letal.

Tovar-Davalillo; Davalillo-Tovar: Sístole y diástole del béisbol

Este dúo contribuyó notablemente con el Caracas en la conquista de cuatro títulos y en darle al conjunto melenudo una absoluta hegemonía en la década de los años sesenta. Este par de figuras fue el eje central del exitoso desempeño del mánager Otero durante las ocho campañas que dirigió a los Leones (1961-1969).

Durante esos años que estuvieron bajo el mando de Otero, ambos jugadores batearon más de mil hits, anotaron más de 480 carreras y empujaron más de 300 rayitas en apenas 800 partidos.
Si bien es cierto que en la temporada 1962-63 se originó el One-Two, fue en la zafra 1963-64 cuando se consolidó y nació la leyenda. En esa campaña Vitico culminó líder bate con .351, en carreras anotadas con 32 y bases robadas con 21, mientras que Tovar alcanzó el cuarto lugar entre los mejores toleteros del torneo al conectar para .299, siendo líder en anotadas con 33 y dobles con 11, al tiempo que escoltaba a Davalillo en bases estafadas con 17. Sin duda, había nacido una arrolladora pareja.

Desde entonces no se podía hablar de Davalillo sin mencionar a Tovar, o viceversa. Y todo aquel que los vio en el terreno de juego no se cansa de repetir que ambos peloteros se entendían de maravillas y que los dos parecían un huracán en las bases.

Eran tan importantes Vitico y César para el Caracas, que el “Negro” Prieto los hacía viajar en autos diferentes para no correr el riesgo de un accidente: “no puedo perder a los dos, sería una catástrofe para el club”, decía Prieto.

El primer lustro de la década de los años setenta, que sería el último de estos dos “tractores” con el club capitalino, no fue diferente a los dos anteriores. Vitico y César, César y Vitico, continuaron siendo la pieza clave del éxito de los Leones. No en balde, la novena melenuda logró ceñirse una corona, además de haber clasificado cuatro veces a la postemporada. Por si eso fuera poco, en ese quinquenio Davalillo bateó sobre trescientos en cinco torneos, en tanto que Tovar lo hizo en cuatro oportunidades.
Con razón decía el “Negro” Prieto cuando ambos jugadores iban tras un fly: “Allá van 40 mil bolívares en busca de una pelota”. Prieto lo indicaba en alusión al sueldo de 20 mil bolívares mensuales que ganaba cada uno.

A mediados de 1976, ambos jugadores fueron transferidos a los Tigres de Aragua. Pero esa es otra historia.

Segundo título de bateo

La temporada 1963-64 contó con una nueva atracción: los juegos interligas con República Dominicana. Era la primera vez en la historia de nuestra pelota profesional que se realizaba este tipo de intercambios; partidos, por cierto, que eran válidos para los torneos de cada país.

En la Liga Dominicana participaban los equipos Estrellas Orientales, Águilas del Cibao, Escogidos y Tigres de Licey, en tanto que por la LVBP jugaban Caracas, Valencia, La Guaira y Orientales, novena esta última que había sustituido al Oriente.

Desde el comienzo del campeonato, Vitico no dejó de repartir leña. Bateó al menos un hit en 37 de los 50 juegos en los que actuó con el Caracas, acumulando promedio de .351, producto de 72 indiscutibles en 205 turnos al bate. Se robó 21 almohadillas para liderar ese renglón. Adicionalmente encabezó los departamentos de hits y bases alcanzadas con 87. Su actuación fue determinante para que los Leones cargaran con su segundo gallardete desde que Vitico firmó con el equipo en 1957.

En la siguiente zafra, 1964-65, estuvo a punto de lograr su tercera corona de bateo consecutiva, pero, lamentablemente, la pierde en la última jornada. En esa campaña, Vitico estaba a cuatro puntos del líder bate en el penúltimo día. Su compañero José Tartabull promediaba para .393 en tanto que el zuliano bateaba para 389. Ambos decidieron no jugar el ultimo día y entonces otro grande con el madero, Luis “Camaleón” García, se les coló por los palos, como se diría en términos hípicos, bateando de 4-3 y arrebatándoles el cetro a Davalillo y a Tartabull, con average de .394.

Tercera corona de bateo

Pero no pasaría mucho tiempo para que Vitico lograra su tercer campeonato de bateo.

En la temporada 1967-68, cosecha nuevamente grandes números con los Leones del Caracas, y se adueña del liderato de los bateadores con promedio de .395, participando en 54 encuentros, con 90 imparables (líder también en este departamento), 47 anotadas y 23 empujadas lo que, sin duda, contribuyó para que el equipo melenudo cargara con el banderín en ese certamen. Fue el segundo título consecutivo del Caracas y cuarto desde que el zurdo de Cabimas llegó al equipo.

En ese torneo, Vitico bateó sobre cuatrocientos durante casi toda la temporada. Literalmente, demolió a palos a los lanzadores. Participó en 54 encuentros disparando incogibles en 47 de estos. Tuvo en total 27 partidos con al menos dos inatrapables, uno de estos con cinco incogibles. En la última semana del certamen fue cuando bajó del potro de los cuatrocientos.

Campeón bate por cuarta vez

Problemas personales perjudicaron su rendimiento en la temporada 1969-70. Su divorcio con Luisa Barrera, su primera esposa, lo afectó emocionalmente, por lo que tuvo que pasar varios días sin ver acción. Aun así, bateó para .304, pero un hombre que tenía acostumbrado al mundo del beisbol a batear sobre .340, .350, esa situación provocó que fuera blanco de las críticas tanto de los aficionados como de los medios de comunicación. Se llegó a decir, incluso, que estaba ido, que ya no podría ser más el mismo Vitico de otros años. Pero no fue así.

La siguiente temporada, ya superados los males del alma, Vitico volvió a ser el mismo Vitico de siempre.

Con encuentros simultáneos en Caracas, Barquisimeto y Maracaibo se puso en marcha el 21 de octubre el campeonato 1970-71, que estuvo a punto de sucumbir debido a las discrepancias entre la LVBP y la Asociación Única de Peloteros Profesionales por el aumento a nueve de la cuota de importados.

Davalillo estuvo en play desde el primer día, y como siempre, con la antorcha encendida. En ese encuentro ante Tiburones conectó sus dos primeros imparables del certamen, incluido un jonrón ante el derecho Jerry Cram.

Al final de la contienda, Vitico se había ceñido su cuarta corona de bateo en la LVBP, con promedio de .379, al tiempo que lideraba el circuito en carreras anotadas con 41.
A pesar de ese excelente desempeño, el Caracas no pudo estar en la final, siendo entonces campeón el equipo Tiburones, que contó con una plantilla de criollos y extranjeros de primer orden.
En las siguientes tres temporadas, Vitico volvió a lucirse con el madero promediando.332, .337 y .327, contribuyendo notablemente con el pase del Caracas a la postemporada en las zafras 1972-73 y 1973-74, siendo campeón el conjunto capitalino en la 1972-73 gracias, precisamente, a una inolvidable atrapada de Davalillo ante batazo de Bob Darwin en el último encuentro de la final.

La debacle y su pase a los Tigres

La última temporada de Vitico con los Leones no fue muy alentadora que se diga, aun cuando disparó su hit mil en la LVBP1 , pues bajó del potro de los trecientos. Para rematar, la campaña siguiente, que significó la unión del Caracas y La Guaira, híbrido conocido popularmente como Tibuleones, puso evidencia que algo no marchaba bien en su mecánica de bateo, pues conectó para .274.

Muchos llegaron a pensar nuevamente en que los días de gloria del zurdo de oro habían terminado. “A mi también me tocaron momentos duros, en los que todo el mundo decía que yo ya no servía y que debía retirarme. Lo que pasa es que yo eduqué al fanático venezolano a ver un Vitico sobre .300, sobre .400, entonces cuando bateé .260, .270 ya estaba acabado, pero son épocas que le caen a uno y uno tiene que buscar mejorarlas”, dijo Vitico.

En cierto modo, para los partidarios de su retiro pudiera haber algo de razón al observar las últimas dos temporadas de Davalillo, quien en 1974 consiguió solo 40 imparables en 134 turnos, mientras que la nefasta campaña con Tibuleones apenas bateó 33 hits en 130 veces al bate. Esa situación prendió las alarmas en la directiva del club capitalino. Parecía una buena oportunidad para que la gente del Caracas lograra una seductora transacción. Además, Vitico ya rondaba los 36 años y el club contaba con tres jóvenes y prometedores outfielders: Antonio Armas, Nelson García y Wilibaldo Quintana.

Fue entonces cuando Oscar Prieto decide venderlo junto con otro grande, César Tovar.
“El 10 de mayo de 1976 una noticia sacudió a la capital con la misma intensidad con la que el terremoto de 1967 levantó calles y derrumbó edificios de la ciudad: Víctor Davalillo y César Tovar, los peloteros más populares e influyentes de los Leones del Caracas, fueron vendidos por 100 mil bolívares y un pelotero de nombre Ángel Vargas a los Tigres de Aragua.
(…) Davalillo y Tovar jugarían por 10 años más para terminar como los peloteros con más campeonatos jugados, con 30 y 26, respectivamente.
(…) En lo que respecta al Caracas, en las siguientes diez campañas, ganaron cinco coronas, precisamente, con los jugadores que reemplazaron a Davalillo y Tovar”.

Uniforme nuevo, vida nueva

Luego de 18 años luciendo la camisa de los Leones del Caracas, en la temporada 1976-77 Víctor Davalillo saltó al terreno de juego con un nuevo uniforme, el de los Tigres de Aragua.
En sus inicios, el zuliano no se sentía bien con los bengalíes. Estaba incómodo por su bajo rendimiento con el madero y con el mánager dominicano Oswaldo Virgil con quien tuvo serio altercado en un partido, cuando éste le reclamó delante de sus compañeros por haberse dejado sorprender en segunda por el catcher Paulino Casanova, de los Tiburones de La Guaira. Eso provocó su despido de los Tigres. Sin embargo, el mismo Virgil intercedió ante la directiva de los felinos para que se uniformara nuevamente.

De vuelta a los Tigres, Virgil y Vitico hacen las paces y el zuliano termina la contienda participando en 61 de los 65 juegos del equipo, dejando promedio al bate de .274.
En el siguiente certamen, batea para .287 y pareciera experimentar un repunte en su carrera. Viene de reaparecer en Grandes Ligas y su ímpetu en el terreno de juego lo hace parecerse a un novato.

Si bien es cierto que en las dos primeras temporadas con los felinos aragüeños apenas bateó para poco menos de .280, es a partir de la tercera zafra cuando muestra nuevamente sus habilidades con el madero. Desafortunadamente, una lesión ocurrida en un día libre, mientras reparaba el automóvil del vecino, lo mantiene fuera de juego por el resto de la ronda eliminatoria, reapareciendo en la postemporada. Cuando sufrió el accidente bateaba para .336, con 43 hits en 128 veces al bate.

Recuperado totalmente y con unos deseos inmensos de mostrarle al público que había Vitico Davalillo para rato, se trazó que había llegado el momento de pasar la página de los malos momentos con el club aragüeño.

Al comenzar la campaña 1979-80 totalizaba 1.220 imparables y estaba cerca de convertirse en el mayor hiteador de todos los tiempos en la LVBP, marca que era de otro zuliano zurdo, Teolindo Acosta, a quien “Chiquitín” Ettedgui apodó “El inventor del hit”.

Se esperaba que pudiera superar los 1.289 indiscutibles de Teolindo en dos temporadas. Sin embargo, el de Cabimas se dedicó a batear hits como nadie lo había hecho en una campaña de la pelota profesional local.

El 18 de diciembre de 1979, en Maracay, jugando contra los Tiburones de La Guaira, conecta un inatrapable en el tercer inning ante envío del derecho Juan Berenguer, que se convirtió en su indiscutible 1.290 de por vida para dejar atrás el reinado de su paisano.

Pero quería más. En su mira estaba superar otro inmortal registro. Los 95 imparables en una contienda conectados por Dave Pope, con Gavilanes de Maracaibo, en el campeonato Rotatorio de 1953-54, cuando se jugaron 78 partidos.

Este récord también sería batido en la fabulosa campaña que tenía. El 9 de enero de 1980, en Maracay y ante su antiguo equipo Leones del Caracas, mostrándoles que todavía había Vitico para rato, disparó largo triple para igualar la marca de Pope. Luego, en su segundo turno al bate, metió la bola de aire contra la pared para acreditarse su incogible 96 del campeonato, con el que implantaba un nuevo registro de hits en una temporada. En los siguientes días incrementó el récord hasta llevarlo a 100 inatrapables. Esta marca aún está vigente en la LVBP.
Ese hit número 100 se lo bateó al zurdo Norman Shiera, de las Águilas del Zulia, el último día de la temporada regular y en el juego 70 de los Tigres.

Vitico al Magallanes

En el siguiente campeonato sufre nuevamente un bajón al promediar tan solo para .263 en 49 juegos y 171 turnos al bate. Entonces, antes de comenzar la temporada 1981-82, los Tigres deciden transferirlo al Magallanes. Al parecer el acuerdo con los Navegantes era por el pago de las prestaciones sociales del pelotero zuliano. Sin embargo, a los pocos días, los valencianos consideraron que no era legal cancelar esa deuda, por lo que resolvieron dejar libre a Vitico. Entonces el Caracas lo invitó a los entrenamientos del equipo en el parque de la UCV.

En aquel momento se comentó que, de acuerdo a las condiciones de campeonato, quien requiriera los servicios de Davalillo tendría que incluir otro criollo en su roster, es decir, seis venezolanos en juego. Eso frenó la aspiración del Caracas de firmarlo. Surgió entonces el rumor de que las Águilas del Zulia lo querían contratar e incluso se dijo que la directiva rapaz le había enviado un telegrama solicitándole sus servicios e invitándolo a que se reportara a los entrenamientos del club, a la vez que le ofreció contrato para la temporada 1981-82. Vitico declaró a los medios de comunicación que ese telegrama nunca llegó a su casa.

Lucas Rincón, alto directivo de las Águilas, comentó públicamente que “Davalillo ha manifestado en reiteradas oportunidades que desea terminar su carrera profesional en su tierra natal”. Rincón agregó que: “esperamos que con la firma de Vitico no se altere la cuota de importados y criollos en play”.

Poco antes de comenzar la temporada, el presidente de la LVBP, Duilio DiGiácomo, declaró que, de acuerdo a las condiciones de campeonato, quien contrate a Víctor Davalillo tendrá que disminuir un importado en play”. De inmediato el Zulia abandonó sus aspiraciones de firmar al veterano, por lo que la liga sugirió a los Tigres reconsiderar la medida contra Davalillo y reintegrarlo al club. Entonces la directiva aragüeña decidió contratar nuevamente a Vitico para el torneo 1981-82.

A los 41 años de edad, el legendario jugador volvió a mostrar sus habilidades con el madero al finalizar la contienda con average de .413, producto de 43 hits en 104 veces al bate, no completando las apariciones necesarias (162) para aspirar al título de bateo.

Los triunfos de Vitico continuaron hasta su retiro. Cada día de juego aumentaban sus números; cada hit, cada remolcada, cada carrera anotada o simplemente cada turno al bate o cada encuentro en play, pasaban a formar parte imborrable de las páginas de la historia de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.

Un adiós bañado de gloria

Mes y medio antes de comenzar la zafra 1986-87, el presidente de los Tigres de Aragua, Homero Díaz Osuna, llamó a Vitico para participarle que la directiva había decidido contratarlo para el siguiente campeonato como coach de bateo y bateador emergente, y le informó que su nuevo sueldo era de 7 mil bolívares al mes. “Yo ganaba 30 mil bolívares mensuales, cómo se les ocurre bajarme el sueldo así. Eso fue una grosería imperdonable. Me provocó darle un coñazo a Díaz Osuna, pero me contuve y le solicité la libertad”, contó Vitico.

A los pocos días, Aragua lo dejó libre. Entonces Oscar Prieto Párraga, copropietario de la novena melenuda, lo contacta para que regrese al Caracas. Para la temporada 1986-87, con 47 años a cuestas, Davalillo retorna a las filas de los Leones del Caracas, divisa en la que juega su última campaña y deja un legado eterno a los apasionados de la pelota.
Antes de iniciarse esa justa, todos los medios de comunicación, locales y nacionales, hablaban sobre las grandes posibilidades que tenía Vitico de pasar a la historia con una marca tan impresionante como los 1.500 hits.

Prieto Párraga, mostraba su alegría por el retorno a su casa de Víctor Davalillo. “Ese fue uno de los últimos deseos de mi padre, el “Negro” Prieto. Creo haberle cumplido”, señaló Oscarcito.
Destinado para la gloria, el 5 de diciembre de 1986, ante Magallanes y con un estadio Universitario abarrotado de fanáticos, Vitico Davalillo conecta ante el zurdo Félix León el hit 1.500 de su carrera. Eran las 10 y 25 de la noche. La ovación fue tan prolongada como recuerdan la memorable hazaña. Hubo lágrimas en la tribuna y en las gradas. Todavía son muchos los que evocan el momento en el que el coach de primera base del Caracas, Antonio “Loco” Torres, alzó con sus brazos la diminuta figura del ídolo zuliano.

La inmortalidad estaba garantizada

Pero todavía había más. El 11 de enero de 1987, de emergente por el novel campocorto Omar Vizquel, Vitico batea su último imparable en la LVBP, el 1.505. Fue un sencillo ante el derecho de los Tiburones de La Guaira Nat Snell, en el estadio Universitario, el mismo escenario donde 30 años antes consiguió su primer hit. Un mes más tarde, el 8 de febrero, durante la Serie del Caribe que se realizaba en Hermosillo, México, Davalillo toma su último turno al bate, casualmente de emergente, también por Vizquel. Batea un doble y le dice adiós por la puerta grande a la pelota.

“Me fui con la frente en alto y el bate encendido”, así dijo 25 años después.

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