En 1936, cuando Federico García Lorca fue asesinado, había recién terminado una de sus obras dramáticas más importantes, La Casa de Bernarda Alba, con la cual completaba la “Trilogía Andaluza” o “Trilogía Rural”, que comenzó con Bodas de Sangre en 1932 y continuó con Yerma, en 1934. Esta fue la única de estas tres que no se estrenó en vida del autor. Su premiere tuvo que esperar nueve años y hacerse en Argentina, pues fue censurada en España: Como abordaba la sexualidad femenina de manera “obsesionante” escandalizaba a la moral franquista. Esta obra no pudo representarse en un escenario español hasta 1964.
La tragedia ha sido interpretada tradicionalmente como el enfrentamiento entre las fuerzas de la tiranía y la libertad. Después de la muerte de su segundo esposo, Antonio María Benavides, la autoritaria Bernarda Alba y sus hijas se preparan para encerrarse en su casa ocho años para guardarle luto, excepto por Angustias, la mayor que nació de su primer matrimonio, a quien Pepe el Romano ha pedido en matrimonio. Esta circunstancia enciende la envidia de las otras hermanas, en especial, de Adela, a quien el mismo hombre había pretendido el año anterior y, de Martirio, quien se enamoró de él sin esperar a que este le correspondiera. La sed de vivir de Adela, aunado a un deseo indomable por Pepe, desencadena la tragedia y hace que Adela se enfrente a su Bernarda: “por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca”, le dice la chica a la criada Poncia cuando esta descubre que se ve con Pepe a escondidas.
Éxito internacional. En 1945 la Editorial Losada en Argentina publicó La Casa de Bernarda Alba, a partir de una copia del escrito original que entregó al sello la actriz española Margarita Xirgu, después de que Julio Fuensalida, un amigo de la familia del poeta, se lo mandara. Su estreno fue en ese mismo país el 8 de marzo de ese año en el Teatro Avenida de Buenos Aires. Esa misma copia se usó en la publicación del la española Editorial Aguilar en 1954. Ese era el texto canónico, hasta que en 1981, Mario Hernández publicó una versión comparada con un autógrafo de la obra sobre el cual había estado trabajando el dramaturgo mientras estuvo escondido en casa de los hermanos Rosales –Luis, que era poeta, era amigo de Federico–, es decir, hasta unos días antes de su muerte, y que fue conservado en la Fundación Federico García Lorca. Para el lector, los cambios entre la versión de los años cincuenta y la publicada 30 años después son mínimos, solo importantes para los interesados en el lenguaje y el uso de la puntuación en la obra dramática del autor granadino.
“El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico”, dice el texto luego de hacer el listado de los personajes. Esto pude significar que, a pesar del uso de la simbología, García Lorca estaba intentando acercarse lo más posible al realismo. Incluso, parece que el personaje de la tiránica Bernarda Alba estaba inspirado en una vecina de su infancia que ejercía tiránica vigilancia sobre sus hijas (así lo explica en un diario publicado por el sello Aguilar el siglo pasado Carlos Morla Lynch, un diplomático chileno destinado a España durante la segunda República y la Guerra Civil). La configuración de temas y situaciones en esta obra, sin embargo, no sigue los cánones del realismo social que estaba de moda en muchos intelectuales de su generación que veían en la Segunda República una oportunidad para superar las desigualdades sociales.
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