Presidente de Venezuela en tres oportunidades, Antonio Guzmán Blanco fue protagonista fundamental en la conducción del proceso de transformación de la sociedad venezolana en las últimas décadas del siglo XIX.
Por Inés Quintero * | IG @inesquinterom
Antonio Guzmán Blanco nació en Caracas en 1829, sus padres fueron Antonio Leocadio Guzmán, fundador del partido Liberal y Carlota Blanco. Se formó en la universidad, tuvo una breve experiencia en el Ministerio de Relaciones Exteriores y, a partir 1858, se involucró en las disputas políticas que condujeron al estallido de la Guerra Federal. Muy pronto figuró entre los jefes de la Federación y participó en la firma del Tratado de Coche que puso fin a la guerra.
Acompañó al gobierno de Juan Crisóstomo Falcón y progresivamente fue acumulando poder hasta alcanzar la presidencia en 1870. Estuvo al frente del gobierno durante tres períodos: el Septenio (1870-1877), el Quinquenio (1879-1884) y La Aclamación (1886-1888).

Retrato de Antonio Guzmán Blanco por Martín Tovar y Tovar, 1880.
Al iniciar su mandato llegó a un acuerdo con caudillos y comerciantes logrando así un ambiente de relativa paz y estabilidad económica. En estos años se ejecutaron importantes obras públicas, hubo avances en educación, se enfrentó a la iglesia, se buscó unificar simbólicamente a la Nación, se redactaron códigos, ingresaron inversiones extranjeras, se construyeron vías férreas, todo ello bajo el lema positivista de Orden y Progreso. Al mismo tiempo Guzmán ejerció el poder de manera autoritaria y personalista, cambió la Constitución para ajustarla a sus designios, promovió y aceptó homenajes en su honor, se presentó como el continuador del Libertador, se enriqueció sin pudor, controló la opinión y persiguió a críticos y adversarios.
En 1888 las críticas y el rechazo a Guzmán se generalizaron, tuvo lugar una fuerte reacción contra su predominio político que puso fin a su prolongada hegemonía. Guzmán se encontraba en París. Allí permaneció, sin ningún tipo de privaciones, hasta que falleció en 1899.