Johan Alexander Reyes Reyes, ganador del Noveno Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, cuenta su proceso creativo al escribir el poema “La letra m”. Johan ha encontrado en el arte una opción de vida para sentirse seguro. En su poema utiliza el arte para “transgredir” la muerte y “vengar” el dolor que deja la violencia. Este contenido es el resultado de una entrevista posterior a la publicación de la antología del Concurso Cadenas en la Biblioteca Digital Banesco.
Por Carmen Victoria Inojosa
Bromea porque su agenda está comprometida hasta febrero de 2023: su nombre, Johan Alexander Reyes Reyes, 25 años de edad, está escrito en la programación de varios programas de radio y de periodistas. “Me siento como en el Miss Venezuela”, dice y suelta una carcajada. Johan no ganó el Miss Venezuela, pero sí el 9° Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, el único concurso que reconoce la expresión y la creación de los jóvenes poetas en Venezuela.
Acepta su triunfo con respeto, aunque no se considera un poeta: “Lo soy por el tiempo que dura el concurso”. Johan, en cambio, prefiere ser un perdedor, para él, “es una facultad contestataria”. No quiere ser un héroe ni que su poema incida en las conversaciones sobre duelo, muerte o pérdida. Su única intención es tener una vida tranquila.
Johan ha encontrado en el arte una opción de vida para sentirse seguro. Creció sin libros, pero con facilidad para el trabajo manual. Desde niño pintaba cuadros, en su adolescencia estudió música en un núcleo del Sistema de Orquestas, momento en que comenzó su viaje artístico. De ahí su fascinación por la música latinoamericana, los polos margariteños son sus preferidos. A la música le dio utilidad cuando se inició en el mundo del teatro con profesores como Rebeca González, Matilda Corral, Basilio Álvarez, Dimas González, Marianery Amín y, actualmente, en la dramaturgia con Carlos Be. El cine llegó a él por dos amigas de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Johan ganó el Concurso Cadenas con el poema “La letra m”. En el poema “mata” el concepto de madre, utiliza el arte para “transgredir” la muerte y “vengar” el dolor que deja la violencia familiar.
Has dicho: “Yo creo que escribo poesía, pero no soy poeta”. ¿Desde ahí cómo entiendes la poesía y su proceso de creación?
—Yo creo que la poesía, al igual que el arte, es una expresión del alma humana. Escribir poesía es distinto porque tiene un fin fuera de sí mismo. El poema en sí no. El poema tiene un fin en sí mismo, eso es lo que lo hace arte y lo que lo hace trascender.
¿En esa “expresión del alma” has construido o entendido algún proceso?
—Es que yo no trabajo con la expresión del alma. Por eso es que yo no soy poeta. Yo trabajo a partir de la razón. He entendido a lo largo del tiempo, estudiando artes, que se trata de retazos, eso que se llama intertextualidad en la literatura, que es agarrar referencias que existen y ponerlas en un contexto distinto y armar el monstruo, el frankenstein. Así va mi proceso y lo he ido concientizando con el tiempo.
¿Y quiénes han sido tus referentes para empezar a crear en el arte, la poesía o en el cine?
—Siempre me han gustado los perdedores, la gente que siente que su vida fracasó. Entre ellos Edward Wood, de quien tomo el seudónimo para participar en el Concurso Cadenas. También hay una mujer que se llama Florence Jenkins, que era la peor cantante del mundo y nadie puede decir que no fue cantante. Ese tipo de personajes antiheroicos me inspiran muchísimo. En la poesía he conseguido autores que también van por la misma corriente, son autores malditos. He conseguido joyas venezolanas como Hanni Ossott.
Ahora, no te consideras poeta. Pero dices: “nadie puede decir que Florence Jenkins no fue una cantante”. Cuando te señalan como el ganador del Concurso Cadenas, ¿cómo te sientes con eso?
—En efecto lo soy por el tiempo que dura el concurso. Al final los títulos te los da la gente. De eso se trata, asumir la vida con valentía, entendiendo la valentía como la capacidad de asumir responsabilidades. Haber ganado este concurso es una gran responsabilidad y tengo que ser respetuoso con la gente. Si la gente dice “ahí viene el poeta”, bueno, hoy seré poeta para esa persona.
¿Por qué tienes una afición con los perdedores? ¿Qué significa para ti perder? Sobre todo cuando hoy eres un ganador y doble: Cadenas y Descubriendo Poetas.
—En este mundo donde la felicidad y el éxito son casi una exigencia, ser perdedor es una facultad contestataria. Es decir, no quiero hacer lo que la gente me dice, eso es honorable para mí. Los perdedores siempre hacen lo que quieren y la gente los deja tranquilos porque son perdedores. Al héroe la gente lo molesta, quieren que los salven. Ser un perdedor hay que aceptarlo también con dignidad. Yo soy un perdedor y no pasa nada.
“La letra m” me parece que es un poema muy visual. Hay construcciones que pueden ser una escena de película. ¿Fue intencional?
—Yo creo que es un proceso natural. Me he formado durante mucho tiempo en el teatro y, como estudié cine, el asunto de la estructura dramática y de la concepción de imágenes están muy presentes. También por eso es un poema tan fácil de leer. Para que las imágenes lleguen de manera eficaz, el lenguaje tiene que ser eficaz.
¿Con cuál escena te quedas de ese poema? Y si has pensando que ese poema puede ir al cine…
—Este poema parece que tiene mucho más para dar de lo que yo creo. La gente lo interpreta muy bien. En ocasiones digo “me gusta más tu interpretación que el mismo poema”. Actualmente estoy trabajando con un dramaturgo para hacer un unipersonal que yo tenía planeado desde hace tiempo. No solo sobre este poema, sino sobre todos los poemas que constituyen siempre la muerte de la madre. Lamento decirle a la gente que no puedo darles otra cosa.
¿De dónde viene el concepto de muerte? ¿Por qué insistir en la muerte de la madre?
—Yo crecí en un entorno violento. El primer recuerdo que tengo en mi infancia es que me enamoré de una niña de 12 años que asesinaron en mi barrio, en Los Valles del Tuy. Yo tenía 8 años. Recuerdo que recorté su foto del periódico y la guardé un tiempo. No conozco nada que no sea la violencia, crecí en una casa violenta, dentro de un país violento. He descubierto que la muerte física no es la única muerte que hay. Me pregunto: ¿Cuántas muertes caben en una muerte?”. Me he dado cuenta que son muchas. Entre ellas la que está aquí en el poema, que es la muerte del concepto: mi madre está viva físicamente, pero el concepto de madre dentro de mi institución familiar está cercenado. No puedo matar a mi madre en la vida, tengo que hacerlo en el arte. Por eso la gente dice que es un poema muy duro. Bueno, se parece un poco a la vida.
¿Por qué ese concepto de madre está cercenado?
—Cuando una madre no cumple el rol de madre, que es cuidar a sus hijos, tiene que cercenarse. Siempre he dicho algo: el cuerpo de un hijo no debería temblar; cuando tiembla, alguien tiene que pagar. Se paga con muerte. Porque matar a un niño no puede pagarse de otro modo. Ahí está la muerte de “La letra m”.
¿Cómo es el proceso de trabajar estos temas tan duros a través del arte?
—Soy muy escéptico con el arte de propósito. El arte no es terapia y cuando sea terapia tiene que desaparecer. Creo que eso es una de las cosas horribles que tiene el arte, transgredir la realidad y llevarla a otro sitio. Una realidad palpable.
¿Cuál crees que es el aporte que puede hacer “La letra m” precisamente a esta conversación sobre el duelo o la pérdida?
—¡Qué horrible sería si llegara a tener un aporte en la sociedad! Es un acto tiránico querer incidir de alguna manera. La verdad no está dentro de mis propósitos y espero que el poema no lo haga. Haría lo que Frank Kafka, antes de morir dijo que quemaran todas sus cosas.
Del proceso creativo, la postulación del poema y su publicación en una antología: ¿Cómo ves el viaje que está haciendo “La letra m”?
—Me ha sorprendido gratamente. Hay mucha gente que me ha escrito cosas horribles de sus vidas. Que increíble que un par de letras, porque al final es un armazón que uno se tiene que hacer del lenguaje para decir algo o para evocar algo, puede afectar de esa manera.
Cuando no hay cine, concursos de poesía, teatro: ¿Qué hace un joven en Caracas?
—Yo en verdad soy bastante holgazán. Me encanta estar tirado en mi cama viendo películas. Me gusta mucho comer. Es mi consuelo. Cuando los días son horribles, digo qué suerte que existe el cine. Me gusta mucho caminar, recuerdo una frase que dice “el mundo se abre para los que caminan”. A mí me sirve para pensar.
¿Hacia dónde están puestas tus intenciones hoy?
—Tengo una vida bastante tranquila. En verdad el tema de las intenciones con el futuro son muy vagas. Mi intención es vivir la vida bien y creo que tengo una muy buena vida. He aprendido a vivir con el tiempo, aceptando muy bien el presente. Por eso acepto muy bien este concurso. Está pasando ahora, hay que aprovecharlo porque el año que viene se acaba.