Por Ignacio Serrano / @IGNACIOSERRANO
Omar Vizquel ya tiene una estatuilla en el Salón de la Fama de Valencia. Su escogencia ocurrió durante su primera aparición en la planilla de votación, pero de eso no había dudas. La duda era, en todo caso, saber si lograría la unanimidad o si, como finalmente pasó, si algunos electores le dejarían fuera de la boleta.
Más difícil sigue siendo su ingreso a Cooperstown. Pero así como el caraqueño ya tiene un lugar en el pabellón ubicado en el Museo del Beisbol en Venezuela, así parece factible que algún día tendrá también su placa junto al gran Luis Aparicio.
El zuliano Aparicio es el único criollo con un lugar en el exclusivo templo. Y su pupilo, que superó el 30 por ciento de los apoyos en su primer año de elegibilidad, hace 12 meses, rebasó también el total conseguido por el “Pequeño Louie” cuando apareció en las papeletas por primera vez.
El debate con él, hoy en día, gira alrededor de su verdadera grandeza. Algunos analistas estadounidenses coinciden en que su defensiva fue única, y destacan su durabilidad y producción ofensiva, al acumular cerca de 3.000 hits, más de 400 bases robadas y 1.000 carreras anotadas. Otros dudan respecto a lo primero, comparándolo con Ozzie Smith, y descartan lo segundo, argumentando que una parte de esas cifras llegó cuando ya no era figura, alargando su carrera como suplente.
El tiempo dirá, pero el debate es sano para su candidatura. En unos tres años más, cuando la planilla se haya limpiado, con la salida de los jugadores envueltos en casos de dopaje y la entronización de los que hoy parecen indiscutibles, Vizquel tendrá su hora. Se sabrá entonces si, como Aparicio, es capaz de conseguir el 75 por ciento necesario, algo que no parece imposible, dada la discusión que suscitan su nombre y su legado.