Por: Elías Pino Iturrieta | @eliaspino
De acuerdo con las investigaciones del historiador Antonio de Abreu, los oficios funerarios están sujetos a los dictados de la moda durante buena parte del siglo XIX. Los caballeros, pero especialmente las damas, están pendientes de los figurines para llamar la atención en los entierros y en las visitas de pésame. La moda se vuelve más exigente cuando se inauguran los cementerios públicos. Cuando se abre el de los ingleses, promovido por Sir Robert Ker Porter, jefe de la delegación británica en Caracas, las señoras se esmeran en el estreno de ropas negras que llamen la atención. Lo mismo sucede en 1876, cuando el presidente Antonio Guzmán Blanco pone en funcionamiento el Cementerio General del Sur. Se establece entonces un protocolo social del duelo, en cuyo centro predomina una indumentaria que hace las delicias de quienes la visten y de los que la admiran o critican.