Las peripecias de “Patón” Carrasquel

Por Javier González

La mañana del 17 de febrero de 1939, Alejandro “Patón” Carrasquel divisa desde la ventanilla de su camarote en el vapor Cuba la bahía de Tampa y queda impresionado al ver una inmensa cantidad de buques de guerra, consecuencia, sin duda, de la hecatombe que estaba a punto de iniciarse con la II Guerra Mundial.

Al llegar a la aduana, procedente del puerto de La Habana, Cuba, las autoridades le entregaron una planilla en la que se formulaban una serie de preguntas, además de solicitarle sus datos personales. “El Patón” no pudo llenarla. No sabía leer ni escribir. Era analfabeta, como el 80 % de los venezolanos de entonces.

Fue enviado de vuelta al puerto de embarque. Las autoridades de migración le aplicaron la Ley Federal de 1917 que impedía, en tiempos de guerra, ingresar a territorio estadounidense a ciudadanos extranjeros mayores de dieciséis años que no supieran leer y escribir.

Regresó a La Habana junto a su madre y el mánager cubano Joseíto Rodríguez, quien decidió acompañar a su amigo y pupilo de vuelta a la capital cubana. 

Al enterarse del caso, el propio Clark Griffith, propietario de los Senadores de Washington, se encargó de hacer las diligencias para justificar el ingreso de Carrasquel a Estados Unidos en condición de pelotero profesional, para lo cual canceló una fianza de cuatrocientos dólares.

El 28 de febrero de 1939, el “Patón” abordó de nuevo el vapor Cuba acompañado otra vez por su madre y Rodríguez, arribando a territorio norteamericano por el puerto de Tampa, Florida, sin ningún problema Inmediatamente se dirigió por tierra hasta la ciudad de Orlando.

Esa noche la pasó muy inquieto pensando en el miércoles 1 de marzo de 1939 cuando comenzaría el spring-training. Ni el agotamiento producido por el largo viaje ni la comodidad de la habitación, permitieron a Carrasquel dar rienda suelta al reposo.

Antes de las cinco de la mañana ya estaba listo. En el maletín llevaba parte del uniforme del equipo Cuba, incluyendo pantalón, sudadera y un guante. A las 6 y 30 de la mañana llegó al Tinker Baseball Field, hogar primaveral del conjunto de la capital estadounidense.

Una vez concluida la primera sesión de trabajo, en la cual Carrasquel causó grata impresión tanto al mánager Bucky Harris como al coach de pitcheo Nick Altrock, al exhibir su repertorio de controlados envíos, se sometió a su primera presentación ante los medios.

Luego de responder una lluvia de preguntas, gracias al jugador cubano Roberto Estalella, quien sirvió de intérprete, el venezolano se marchó confiado en que su talento como lanzador había impactado a todos. En particular, al dueño del equipo.

Tal fue la impresión que causó Carrasquel que, para el choque del sábado 18 de marzo de 1939, fecha en que se inició el calendario de 18 partidos de exhibición, los Senadores designaron como abridor al caraqueño para medirse a los Tigres de Detroit.

Esa sería la primera presentación de un venezolano en un encuentro de las ligas mayores. El “Patón” tenía entonces 26 años. Tres entradas sin aceptar anotación, lanzó en su primera presentación de la pre temporada. Apenas le conectaron dos hits y propinó dos ponches.

Así comenzó el caraqueño a labrar su camino a la Gloria como el primer bigleaguer venezolano que en ocho temporadas con Senadores (1939-45) y medias Blancas (1949) dejó balance de 50-39 con efectividad de 3.73 en 258 juegos, 64 en calidad de abridor, concedió 347 bases por bolas y retiró a 252 rivales por la ruta del ponche.

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