Cuando emprendemos y hacemos crecer un nuevo negocio entramos en una etapa completamente diferente de nuestra vida. Nuestra empresa comienza a convertirse, desde antes incluso de “nacer”, en el centro de nuestro día a día. No es nada fácil sacarla adelante y cuando entramos en una vorágine de trabajo, estrés y complicaciones puede que olvidemos ciertas premisas (importantísimas) como éstas.
Caerse está permitido, levantarse es obligatorio. Tendrás problemas o complicaciones que te impidan llevar a cabo las cosas tal y como tú deseabas. Pero es con esos tropiezos como realmente se aprende, lo único que debes hacer es levantarte y continuar con renovadas fuerzas.
Recuerda: ¡no estás solo! Nadie se hizo exitoso en el mundo empresarial estando solo. Tienes que contar con tus empleados y tus socios dentro de las paredes de tu negocio. Y con tu familia y amigos para tener una vida plena cuando salgas de él. No te aísles de lo exterior ni empieces a ser dictatorial y autónomo en las decisiones en lo que respecta a tu empresa.
Tu razón de existir son tus clientes: jamás lo olvides. Puede que te parezca que todo va bien, que estás haciendo las cosas conforme a lo que querías desde un principio. Pero la respuesta del cliente no es la esperada. ¡Reacciona! Algo estás haciendo mal. El negocio es tuyo, de acuerdo, pero la realidad es que tú y tu empresa subsistís gracias a vuestros clientes.
Tienes que generar credibilidad. Si tú no crees en lo que ofreces, ¿cómo van a creer tus clientes? Si estás pasando por una mala racha se cauto para no descuidar ésta premisa de tu negocio, no abandones la credibilidad que has construido para tu producto o servicio hasta el momento.
Cuida tu imagen cada día (tanto online como offline). No descuides ni un minuto el trato que ofreces a tus clientes personalmente cuando están en tu empresa ni a los potenciales que hay al otro lado de la pantalla de tu web o redes sociales. Es primordial que tengas una imagen de cara al público perfectamente estudiada.
Fuente: Forbes