El 5 de julio se celebra el día de la firma del Acta de la Independencia de Venezuela, un hecho político que generó un antes y un después en la historia de nuestro país y que es motivo de orgullo y celebración para los venezolanos.
El documento que marca el inicio de Venezuela como un país independiente de la monarquía española es el Acta de Independencia, firmada el 5 de julio de 1.811 en la capilla de Santa Rosa de Lima en Caracas. Los movimientos independentistas que iniciaron el 19 de abril de 1810 vieron el fruto del esfuerzo de sus precursores este día, cuando los representantes de 7 de las 10 provincias que pertenecían a la Capitanía General de Venezuela firmaron el documento.
Todo inició con el descontento de los principales representantes del Cabildo de Caracas con el nombramiento de Vicente Emparan como Gobernador español de la Capitanía de Caracas y con la poca confianza que existía en la inestabilidad política española que había sido debilitada por la dinastía Francesa Bonaparte, adicionalmente el pueblo caraqueño alegaba que una nación pequeña en Europa no tenía potestad para gobernar las tierras del nuevo mundo.
Fue entonces cuando se formó la Junta de Caracas, la cual actuaba en nombre del destituido Rey Fernando VII. Como principales promotores de esta campaña estaban Francisco de Miranda y Simón Bolívar, quienes comandaron las distintas estrategias y acciones necesarias para lograr la independencia acompañados de un grupo de importantes personajes comprometidos con la causa.
Dejamos un extracto de esta Acta de Independencia con la que Venezuela se desligó de España:
“En el nombre de Dios Todopoderoso, nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos en Congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recuperamos justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono español por la conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos a hacer de nuestra soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos; y corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española”.