Lo que ahora es El Silencio antes era un caserío llamado El Tartagal porque abundaban las matas de tártago. En el año 1658, se desató en El Tartagaluna una epidemia desconocida que azotó a toda Caracas. Murió tanta gente que las campanas de los templos dejaron de sonar porque no había quien las tocara. El Cabildo envió una comisión a El Tartagal, y esa comisión escribió en un acta lo que presenció: “Sólo se advierte silencio, un profundo silencio”. Y desde entonces el lugar se llamó así: El Silencio.
La negra Hipólita, nodriza del Libertador Simón Bolívar, vivía en El Tartagal. Su casa quedaba en La calle de la amargura. Aquel caserío, ahora convertido en El Silencio, era un antro de miseria y de dolor, pero la presencia de la negra Hipólita le daba esperanza a los abandonados porque ella nunca sufrió de abandono: la hermana del Libertador, María Antonia Bolívar, la visitaba constantemente.
Esa casa donde vivió la negra Hipólita fue derribada en 1942 cuando Isaías Medina Angarita ordenó la demolición de todas las edificaciones para la reurbanización de El Silencio. Carlos Raúl Villanueva se esmeró en solucionar el problema de aquel barrio caótico. Se apoyó en el escultor Francisco Narváez y en el año 1945 se inauguró la reurbanización El Silencio: siete bloques, dos plazas: la plaza O´Leary en el centro de la zona y la plaza Miranda al este de la urbanización.
Villanueva rescató algo que se había perdido en El Silencio: el ruido de la gente moviéndose con ganas de vivir.