De la idea al papel. En el marco de la presentación del libro Caracas 455, Mirelis Morales, coordinadora editorial de la publicación, hace una reflexión sobre el proceso creativo y de producción de esta obra.
Por: Mirelis Morales Tovar
El libro Caracas 455: memorias de una ciudad perdida nació a partir de una inquietud: ¿cuántos lugares emblemáticos han desaparecido en los últimos años? ¿Qué sabemos sobre ellos? ¿Existe algo escrito? ¿Cómo las nuevas generaciones sabrán de su existencia si no hay ningún registro?
Cuando iniciamos este proyecto, mi compañera Mariana Cadenas y yo creíamos en la pertinencia de que Caracas contara con unas memorias y pensábamos que otros querrían sumarse de inmediato a esta idea para concretarla. Estábamos claras que solas no podríamos lograr levantar el capital y necesitábamos un aliado.
Armamos una propuesta muy sólida en la que explicamos la necesidad de reconstruir en el imaginario colectivo ese espacio donde se produce la experiencia y las vivencias que conforman el gentilicio en una ciudad sin memoria. La enviamos a unas 15 empresas que creímos que pudieran estar interesadas en vincularse con esta iniciativa.
Pero, para nuestra sorpresa, no obtuvimos respuesta.
Ese desinterés resultó desmoralizante. En aquel momento, llegamos a pensar que quizás la distancia y el tiempo nos había hecho perder la perspectiva del país, que habíamos hecho una lectura demasiado romántica y que no estábamos en sintonía con la realidad.
Hicimos algunas consultas y la respuesta resultó aún más desmotivadora: “Con honestidad les digo que cada vez es más difícil levantar fondos para este tipo de proyectos en Venezuela (…) les deseo lo mejor”, nos dijeron.
“¿Desistimos?” “¿Persistimos?” “¿Qué hacemos?”, nos preguntamos. Creíamos con firmeza en lo que teníamos en manos, pero todo parecía estar en contra. Hasta que la persona que contactamos en Banesco Banco Universal nos respondió para acordar una reunión y conocer más detalles.
No era un sí. Pero se abría una pequeña ventana. Y, ante tanta negativa, esa posibilidad nos dio una inyección de optimismo. Así que nos preparamos para reunirnos con el equipo de comunicaciones. Explicamos el objetivo del proyecto, su importancia, el equipo, el cronograma de trabajo, el presupuesto y demás.
Hubo interés. Pero, como siempre, la reunión terminó con la clásica frase: “las llamaremos”.
En mi caso, ya había tenido una primera experiencia de trabajar en alianza con Banesco cuando desarrollamos la publicación Caracas 450: un homenaje a la ciudad en su aniversario. Un libro digital que reúne 450 crónicas. Sí, 450. Uno de los proyectos editoriales más ambiciosos que he coordinado. Sobre todo, considerando que lo desarrollamos en 2017, uno de los años más convulsos en Venezuela.
Por tanto, el equipo de Banesco ya conocía mi trabajo como coordinadora editorial y eso jugó a nuestro favor para desarrollar un segundo proyecto, que ahora buscaba reconstruir los vestigios de una urbe que ha visto desaparecer sus principales referentes en los últimos años.
Una relación de confianza
Ahora que hago memoria, no era primera vez que Banesco secundaba alguno de mis inventos. Recuerdo que hace unos 15 años o más, quise hacer una jornada de entrega de regalos para los niños del J.M. de los Ríos. Como periodista, había tenido mucho contacto con esa institución y quería tener un gesto con sus pacientes. Así que le pedí a mis amigos y familiares reunir algunos juguetes. A la idea le pusimos por nombre Regala una sonrisa.
De pronto, se me ocurrió que podría conseguir más regalos con algunas empresas y le escribí al equipo de Banesco. Me acuerdo de que, en ese entonces, Bertha Vivas me dijo: “sí, aquí tenemos varios regalos que no hemos podido entregar”. Entonces, el día del acto los pasamos buscando y, para mi sorpresa, nos dieron un lote inmenso de juguetes. Fueron tantos que logré entregar en el hospital. E, incluso, llevar a un orfanato en Baruta y a unos niños en Hoyo de la Puerta.
Eso marcó el comienzo.
Luego, cuando arranqué con el blog Caracas Ciudad de la Furia, tuve la idea de hacer un concurso de fotografía que llamamos Ciudad Positiva. Era la época de los primeros celulares con cámara y pensé que sería bonito aprovechar esa euforia para reunir las mejores fotos de la capital. Se lo comenté al fotógrafo Roberto Mata y me sugirió hacer un concurso. Después, surgió la idea de plasmar las imágenes ganadoras en unas libretas.
De nuevo, toqué las puertas de Banesco para que se sumara a una iniciativa que buscaba promover una mirada más amable de la ciudad. Esa propuesta se materializó en dos ediciones del concurso de fotografía y en una hermosa exposición en los espacios del Expresso Chacaíto.
Hoy me enorgullece decir que esa relación de confianza que, de a poco, tejí con Banesco ha dado muy buenos frutos: dos títulos de la biblioteca digital de Banesco. Caracas 450 y Caracas 455. Dos libros que nos permiten reencontrarnos y rescatar nuestro sentido de pertenencia. Pero, sobre todo, esta alianza corporativa me confirma -una vez más- que el trabajo en equipo hace posible lo imposible.