El Convento de San Jacinto se estremeció con el terremoto de 1812 y sus estructuras se desmoronaron como la mayoría de edificaciones en Caracas. Entre las personas que rescataban heridos en medio de tanto griterío se destacaba el joven Simón Bolívar. Los realistas gritaban que aquello era un castigo contra los patriotas y entonces Bolívar pronunció la frase: “Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”. La plaza San Jacinto pasó a llamarse Plaza El Venezolano. Y es uno de los espacios públicos más antiguos de Caracas. Allí sigue de pie la Casa Natal de Simón Bolívar.
Diez años antes del terremoto, en 1802, inauguraron en esa plaza un Reloj de Sol realizado en mármol, ideado por Alejandro Humboldt.
El convento de San Jacinto, construido por los Dominicos, fue un centro de enseñanza importante durante los siglos diecisiete y dieciocho. Los alumnos recibían clases de gramática, latín, filosofía escolástica y oratoria. De allí salía en procesión el Nazareno de San Jacinto que después pasó a ser el Nazareno de San Pablo.
El agua que atravesaba la Plaza Mayor desembocaba en el convento de San Jacinto y seguía de largo hasta brotar un chorro en la siguiente esquina, que por eso fue llamada Esquina del Chorro.
En lo que ahora es la esquina de Pajaritos, también brotaba un chorro de agua similar. Le decían “El Chorro de San Francisco.”
El 4 de mayo de 1784, el gobernador Manuel González Torres de Navarra, anunció la inauguración de un Coliseo, un teatro para entretener a los caraqueños. Lo construyeron en un solar ubicado de Conde a Carmelitas. El terremoto de 1812 también acabó con el fulano escenario. Pero aquel nombre: Coliseo, quedó grabado en la memoria caraqueña.
La gente, que todo lo vuelve un chiste, creó un refrán para cuando les hacía daño una comida y sufrían diarrea: “No puedo ir a trabajar hoy porque estoy de Chorro a Coliseo”.