agua que corre lenta es el sexto libro de la socióloga y poeta Coromoto Renaud. Con el poemario explica cómo vive la complejidad y honra, con la memoria, a sus padres y hermanos. “Es un ejercicio de acercamiento de mi propia identidad, de buscarme, me estoy buscando”, dice. agua que corre lenta está disponible para su descarga gratuita en la Biblioteca Digital Banesco.
Por Carmen Victoria Inojosa
En la complejidad hay vida: turbulencias que mueven el día, el caos de la pérdida y el amor inesperado que emerge. “La vida en su totalidad es una malla compleja”, dice Coromoto Renaud, “y en esa malla compleja, todo ocurre”. Renaud acaba de publicar su poemario agua que corre lenta, poemas que hablan de lo “Lo emergente”, “Lo incierto”, “Lo inesperado” y “Lo múltiple”. Es su respuesta a su manera de vivir la complejidad.
Renaud escribe desde el ser humano. Que sus palabras se conviertan en poesía o en artículos académicos, viene después. En ella conviven, sin diferencias, la rigurosidad de la ciencias sociales y la sensibilidad de un poema. Es socióloga, profesora universitaria, investigadora y, además, poeta. No importa el orden. Lee poesía y también filosofía. Investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo y coordinadora de la Maestría en Planificación del Desarrollo. Hace unas semanas estaba escribiendo una investigación y salió un poema: “Entonces escribo un poema”, dice.
agua que corre lenta es el sexto libro de Renaud. Se publicó el 31 de enero de este año en la Biblioteca Digital Banesco. El poemario fue editado por el equipo de Oscar Todtmann Editores y contó con el patrocinio de Banesco Banco Universal. En esta entrevista Renaud nos cuenta más sobre su poesía.
Habla de la poesía como una vivencia. ¿Cómo vincular la poesía con la rutina del día a día? ¿Cómo hace el espacio para ver la poesía en lo rutinario?
—Creo que la poesía es una experiencia vital, íntegra, que compromete tu cuerpo, espíritu y mente. Como toda experiencia hay que dedicarle. Si pasas el día en automático, de una actividad a otra, sin hacerte consciente de lo que haces, la poesía también pasará de largo. Porque la poesía necesita su tempo, ese recogimiento que lleva a conectar contigo mismo, con la naturaleza o con el otro. Eso lo pide la poesía y hay que cultivarlo de una manera cotidiana. Yo comienzo mi día con una caminata en el parque, bajo los árboles, eso es un acercamiento a la naturaleza y forma parte de mi ejercicio de escritura. Digo que comienzo a escribir allí. Se me vienen imágenes y después escribo.
Observar e interpretar la complejidad. ¿Qué ha podido comprender? ¿Cómo a través de la sociología y poesía comprende la complejidad?
—La respuesta filosófica es que cada vez sabemos menos. Es estar conscientes. No es que sea un conocimiento omnipresente. Conocer es reconocer nuestras ignorancias y por allí comienza el conocimiento (…) Antes que yo, lo han dicho pensadores: la vida en su totalidad es una malla compleja. Es una malla en la que estamos como seres íntegros y totales. Y esa es la complejidad, entender que estamos aquí, pero que somos parte de una comunidad, un entorno particular y un entorno más grande que es la sociedad y el planeta. Hay infinidad de conexiones. Esa es mi introducción, mi manera de comprenderlo.
Y esa complejidad está en sus poemas… En agua que corre lenta habla del caos: un presidente declarando la guerra o un noticiero que enciende las alarmas a primera hora de la mañana.
—Yo creo que toda la complejidad está en ese libro de poemas. Allí lo dice como el caos, el caos se produce por la palabra. La declaración de guerra comienza por una palabra, alguien declara la guerra. Y así las conversaciones que tenemos. Las conversaciones de polarización, de conflicto político que generan tanto caos. La sociedad es una red de conversaciones que se escucha a sí misma. Al mismo tiempo que está ocurriendo eso, está ocurriendo todo: ese árbol está perdiendo sus hojas, ¡mira qué belleza! Es también entrar a la Universidad Central de Venezuela y encontrar el araguaney enfrente de la biblioteca con una luz encendida. Y caminas un poco más y ves las hojas cayendo. En esa malla compleja todo ocurre. Alguien cercano está naciendo, hay pérdidas, y ocurre diariamente. La vida es todo eso.
¿Qué significa para usted agua que corre lenta y cuál es el hilo conductor de esas cuatro partes del poemario?
—Es un libro de poemas. Es mi respuesta a mi manera de vivir la complejidad. Porque cada quien lo vive de una manera diferente. Otros verán que ni siquiera es complejidad, pero está bien. Yo solamente veo que en la vida hay incertidumbre y así también lo digo en mis poemas. Hay cosas que emergen que no esperabas, los sentimientos son emergentes. Y eso forma parte de la complejidad. La multiplicidad forma parte de la complejidad (…) El significado de agua que corre lenta es un epígrafe de la poeta Elizabeth Schön que abre el libro. Ella dice: “No elegimos el caos, la nada, llega a ti en agua que corre lenta”. Eso es una revelación hermosísima. No lo pedimos. Y no hace falta en turbulencias, llega a ti, en agua que corre lenta.
En el bautizo de su libro habló de la memoria como una manera de honrar. ¿En parte escribir este poemario es para no olvidar? Hablo de las referencias a La Vega, a la naturaleza, el agua. ¿Quiere fijar esas imágenes para no olvidarlas?
—Sí, claro. Hay unas imágenes que busco en mi memoria. Hago este ejercicio muchas veces para buscar las primeras imágenes que pueda recordar de mi primera infancia, de mi primera casa. Y son muy vagas, imágenes difusas. Es un ejercicio de acercamiento de mi propia identidad, de buscarme, me estoy buscando. Converso con mis hermanos porque hay cosas que no me acuerdo, quisiera acordarme tanto como ellos. Me dicen: “La casa era así, y eso que tú crees no”. Yo nací en una hacienda de café. En una montaña. Sin servicios. Mi papá llevó agua a la casa y tenía un motor para darnos electricidad. Él construyó un tanque de agua y había dos; uno pequeño y uno grande. En mi memoria ese tanque era como una piscina olímpica. Yo me veía mínima. Volví a ese lugar cuando tenía 20 años, cuando vi el tamaño del tanque era un metro por un metro, pero en mi memoria era una piscina olímpica. Entonces es honrar la memoria de mis padres, es honrar la vida, agradecer.
Cuando dice que las imágenes son vagas, que pregunta a sus hermanos o cuando se encuentra con el tanque más pequeño: ¿Con cuál imagen prefiere quedarse?
—Yo me quedo con mis recuerdos con ese contraste. Pero en realidad tampoco es una respuesta racional. No quiero regresar ahí para comprobar. A veces con mis hermanos me dicen “es que tú inventas”. Pero en realidad me quedo con unas imágenes que para mi son imborrables. No puedo dar explicación de esa primera infancia. De allí recuerdo la hacienda de café bajo bucares y las hortensias sembradas en el jardín por mi mamá. Yo no escojo esas imágenes. Eso es como un río que viene de mi inconsciente. Eso me lleva sin pedirlo. Entonces en esos recuerdos vuelvo a las imágenes de mi papá tocando cuatro o mi mamá en el río.
¿Ha releído algún poema y que de allí venga algo más? Como una contestación. Otro sentimiento.
—Sí. Yo vuelvo a mis poemas. En agua que corre lenta hago un juego de retomar un verso de uno de mis primeros libros. Eso lo leí de uno de los autores y quise hacerlo. En agua que corre lenta hay unos epígrafes que son míos, pero que yo no quisiera decir que son míos. En realidad es como si fueran anónimos. Pero hay que seguir las normas y decir que son míos. Y esos epígrafes los firmo con mis iniciales. Así retomo escritos y poemas de mis libros anteriores como un diálogo que mantengo o una reinterpretación.
¿Y cómo se reconoce a sí misma? ¿Primero como poeta o sociólogo? Y también cómo lo hacen en su entorno.
—Con mucha sinceridad y humildad. Lo de poeta es una etiqueta. Lo de sociólogo también. No es que no lo sea. Yo soy una persona. Soy una persona muy sencilla.
Fotos: Eusebio Montilla / Banesco Banco Universal