De Dominga Ortiz, como de muchas otras venezolanas, son muy escasas las referencias que existen sobre su vida y trayectoria. Sin embargo, Dominga no solamente participó en la guerra de independencia, sino que levantó una familia y estuvo dispuesta a defender su patrimonio frente a los poderosos.
Por Inés Quintero * | IG @inesquinterom
Dominga Ortiz nació en Barinas en 1792, hija de una familia con algunos recursos, quedó huérfana muy joven al cuidado de unos tíos quienes se ocuparon de que aprendiese a leer y a escribir. A los 17 años contrajo matrimonio con José Antonio Páez, para entonces un joven peón en la hacienda de los Pulido.
Al estallar la guerra, se sumaron a la causa republicana. Dominga acompañó a Páez en campamentos y campañas, era una excelente jinete, tuvo tres hijos y sobrevivió a la escasez, a los peligros y avatares de la guerra. En 1818, Páez la abandonó, pero Dominga no se amilanó. Regresó a Barinas con sus muchachos y salió adelante.
En 1847, cuando Páez fue sometido a prisión por levantarse contra el gobierno de José Tadeo Monagas, Dominga sufrió las consecuencias: fue hostilizada y corrió el riesgo de perder sus propiedades. Su decisión fue viajar a Caracas: denunció públicamente los abusos que se estaban cometiendo, defendió lo que le pertenecía e intercedió ante el presidente Monagas y el Congreso para que permitiesen la salida de Páez al exilio. Logró todos sus objetivos.
Años más tarde, en 1868, el general Páez, nuevamente en el exilio, quiso vender la casa de Puerto Cabello, que le pertenecía a su hija Rosario, pero Dominga se negó rotundamente y evitó que realizara la venta.
Cuando Páez falleció en 1873, también hizo valer sus derechos de legítima esposa para heredar sus bienes y recibir la pensión que le correspondía como viuda del general José Antonio Páez. Dos años después, falleció en Caracas.