El uso de cobija fue importante en el siglo XIX, porque servía para distinguir a las personas honorables de los truhanes, y a los ricos de los pobres. Estos últimos no tenían acceso a la prenda, porque carecían de dinero para comprarla o porque era mal visto que la usaran personas indignas o desacreditadas. El naturalista Karl Appun describe así la situación en su libro de viajes: “En este país el vestido andrajoso no tilda a un hombre de vagabundo, y aunque tanto en el campo como en las ciudades lo tiene a menudo gente que gana su vida trabajando duramente: el hecho, en cambio, de no poseer cobija, le adjudica tal título. Cada venezolano decente, rico o pobre, a caballo o a pie, no viajará nunca sin cobija, y aunque esté sucia o hecha harapos, su amo no será contado jamás entre la clase baja; pero la expresión ‘el no tiene cobija’ es por cierto una advertencia y designa a un vagabundo verdadero”.