A un año de la declaratoria de su obra como “bien de interés cultural”, los restos mortales del pintor venezolano Armando Reverón serán trasladados al Panteón Nacional y la totalidad de su obra reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación.
Armando Reverón, quien nació en Caracas el 10 de mayo de 1889 y falleció el 18 de septiembre de 1954, está sepultado el Cementerio General del Sur de Caracas.
Autor de más de 100 obras, el llamado “Loco de Castillete” es reconocido y valorado en el país y Latinoamérica al punto de ser considerado como el mejor pintor del siglo XX.
Estudió artes plásticas y múltiples técnicas en España y Francia, países donde tuvo la oportunidad de conocer acercarse al trabajo de diferentes pintores de gran reconocimiento, entre ellos, Salvador Dalí.
Su trabajo, inspirado en la belleza del mar y el desnudo femenino, lo desarrolló en vivienda-estudio, que construyó a un costado del río El Cojo, en el sector Las 15 letras de Macuto, estado Vargas, que los lugareños dieron por llamar “El Castillete”. Reverón reside en este lugar, hasta su muerte, acompañado por Juanita, su compañera, modelo y cómplice.
Los estudiosos de su trabajo pictórico identifican tres etapas creativas. El “periodo azul” lo inicia en 1920. Su obra se caracteriza por la inmersión en una atmósfera sensual y misteriosa, dominada por el azul profundo de su paleta. Se trata de paisajes, retratos de Juanita y majas, con dos líneas temáticas: el paisaje, pintado al aire libre, y el sexo.
Hacia 1925 desarrolla su “época blanca”, de gran aporte a la pintura mundial.
Reverón pinta “Fiesta en Caraballeda”, una obra en la que el lienzo brinda su blanca palidez como recurso plástico. En 1927 pinta “Juanita”, el primer óleo en el que retrata a su fiel acompañante y “Luz tras mi enramada”, en los que lleva a los límites su delirio por la luz.
En 1936 se inicia su “época sepia” en la que utilizaba el propio color de la tela en su estado casi virgen. Durante este lapso, trabaja con materiales de desecho que recupera en el Puerto de La Guaira o en cualquier calle. Utiliza soportes de coleto y cartón que incorporan a su obra tonos marrones. Aparecen varias gamas de tierras y su producción adquiere importancia por la manera de aplicar la pasta. Muy representativo de esta época es su cuadro “Cocoteros”. Usaba con frecuencia los tonos amarillos, anaranjados y ocres, como se aprecia en sus desnudos, y elimina, por completo, los azules de las sombras. Este período, el más largo de todos, termina aproximadamente en 1949. A lo largo de este período marca cierta preferencia por la figura.
Sumido en la pobreza extrema, el artista crea por estos años sus muñecas de trapo, para que ocupen el lugar de modelos que ya no puede pagar.
En 1942, tras la muerte de su madre, Reverón se sumerge en un profundo dolor y sufre un desequilibrio mental.S partir de ese momento, se aleja de los paisajes y la temática de sus cuadros recrea el mundo mágico en el que se refugia. Así comienza la etapa que lo consagraría como un verdadero precursor, si no el primer exponente del expresionismo en estas latitudes.
En 1945 es internado debido a sus desequilibrios mentales. Del psiquiátrico regresa a Macuto y entra ya en la etapa final de su producción, con la utilización de tizas y lápices de colores. Reverón no se recupera. Para 1952 su estado mental es inquietante, su producción baja y su calidad artística empieza a resentirse. Se refugia en El Castillete, retraído y solitario ante los ojos de la gente, siempre acompañado por sus muñecas y por una incondicional amistad, su más fiel oyente: la luz y el aire, que lo acompañan en sus recorridos por la playa.
Durante los últimos ocho meses de su vida dominó plenamente sus facultades artísticas. En el sanatorio donde fue recluido produjo sus últimos 12 cuadros, con los propios enfermos, enfermeras y jardines del hospital como modelos.
Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar | Encontrarte