Por Michelle Roche Rodríguez (@michiroche)
En El café de la juventud perdida, una de las novelas breves editadas por Anagrama de Patrick Modiano, varios personajes intentan otorgar sentido a la vida de Louki, una enigmática joven que frecuenta el café Condé, donde se reunía la fauna intelectual más diversa de la capital de Francia en la década de los años sesenta. La polifonía del libro de 131 páginas incluye la voz de Roland, el amante con quien la chica entabló una relación casual y con quien se quedó a vivir desde una noche cuando decidió no volver más a su casa, ni siquiera para buscar su ropa o documentos. También la del detective que su marido contrató cuando vio que su mujer no regresaba, quien parece identificarse con ella y no cumple su cometido. Incluso habla la misma Louki –cuyo verdadero nombre es Jacqueline y es hija de una bailarina del célebre Moulin Rogue– para contribuir en el proceso de tejer el perfil de una mujer, que aparece ante el lector como una sombra.
No es la primera vez que el Premio Nobel de Literatura 2014 usa el personaje de la mujer-enigma. La protagonista de Dora Brunder es también un misterio. En este libro, publicado en Francia en 1997 –justo una década antes que El café–, la biografía, la literatura negra y el documental se combinan para resultar en una novela híbrida que intenta retratar los años del gobierno de Vichy a través de una joven desaparecida a quien sus padres intentan recuperar. Modiano concibió el argumento cuando en un periódico de 1941 leyó este anuncio: “Se busca a una joven, Dora Bruder, de 15 años, 1,55 m, rostro ovalado, ojos gris marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón. Ponerse en contacto con el señor y la señora Bruder, bulevar Ornano, 41, París”. Aquello encendió su curiosidad y 40 años después de que se perdiera, el autor nacido en 1945, también emprende su búsqueda, ayudado solo por el recorte de periódico y una lista de deportados de París a Auschwitz en septiembre de 1942. A la historia de la vida de la joven, Modiano añade testimonios de los familiares de Bruder y un recuento de la investigación que lo devuelve a la época del paranoico gobierno de Pétain.
Es en la posguerra francesa y su relación con los traumas heredados por esa sociedad durante los años de administración nazi donde Modiano sitúa no solo sus intereses literarios, sino las grandes preguntas que se hace sobre su época –el misterio que se materializa en sus obras–; esto lo ha dicho antes a la prensa francesa, que “su motor novelístico” fueron los años después del bachillerato, los de la posguerra mundial y los de la guerra franco-argelina (1951-1962).
Aunque el motivo de la incógnita conecta a ambos libros, en El café Modiano no escribe sobre la generación que condenó a Bruder, sino sobre la siguiente. Sus hijos.
Los comensales del café de “la juventud perdida”, a quienes pone bajo la luz cenital desde el epígrafe de Guy Debord con el que abre la novela: “A mitad de camino de la verdadera vida, nos rodeaba una adusta melancolía, que expresaron tantas palabras burlonas y tristes, en el café de la juventud perdida”. Modiano habla aquí de una generación marcada por el derrumbe del mito que sus padres construyeron en la posguerra para protegerlos: el de una nación que resistió a la ocupación nazi. El ganador del premio Goncourt en 1978 proyecta un mundo ruin y colaboracionista en el cual las víctimas parecen tan culpables de su destino como los victimarios.
Si Dora Bruder habla de los vacíos de la memoria, El café se refiere a otra forma de vacío: aquella del espíritu. Si el pasado se olvida, el presente se vuelve hueco. En este sentido parece revelador que el título del libro que Louki lleva siempre consigo “como accesorio” para posar de intelectual es Horizontes perdidos. Este título no parece casual, en especial si se le compara con el que su amante quería escribir, Las zonas neutras. “Tenía ya pensada la primera frase”, dice Roland en la novela: “‘las zonas neutras tienen, al menos, esta ventaja: no son sino un punto de partida y, antes o después, nos vamos de ellas”. Si el punto de partida es la zona neutra que representa el misterio de Louki y el vínculo con la intelectualidad de esta mujer es un libro que Louki, qué duda cabe, no es más que una zona neutra, para entender a los personajes de El café de la juventud perdida, alegorías de la juventud francesa de la década de los años sesenta, así como lo fue el gobierno de Vichy para entender la generación de sus padres.
El café de la juventud representa una interesante síntesis de los temas propios de la obra del autor francés, como son la desintegración de las fronteras morales y la memoria personal como único vínculo con el pasado. Un microcosmos, pues de Patrick Modiano.
Título: El café de la juventud perdida
Autor: Patrick Modiano
Editorial: Anagrama
