Por Jorge Rabassa
En la década de los años 60 los geólogos venezolanos Galavís y Valverde descubrieron los grandes yacimientos de la Faja del Orinoco, y casi fue fortuito, porque la Shell solicitó al ministro de Minas e Hidrocarburo de la época que les permitiese perforar en esa área oriental donde había tantos volúmenes de crudos extrapesados.
Esos crudos de 8 a 10 grados Api estuvieron más de 30 años sin compradores, porque eran muy extrapesados y no podían procesarse en las refinerías de esos años, que exigían crudos medianos y livianos. Cuando se inició la apertura petrolera venezolana a finales de los años 90, la tecnología vino en auxilio de esos crudos que no tenían mercados, y con novedosos procesos de coquificación retardada los convierten en crudos sintéticos livianos de 35 grados, que permite obtener gasolinas y diesel de alta calidad.
Ahora Venezuela produce más de 500.000 barriles diarios de esos sintéticos y tiene proyectos para llegar a 1 millón de barriles diarios. Ese barril de petróleo le cuesta producirlo 1,50 dólares.
A Canadá le sucedía algo parecido: tenían impresionantes volúmenes de arenas bituminosas que tampoco entraban al mercado, porque no eran líquidos, sino arenas impregnadas de petróleo, lo cual estaba más lejano para entrar en las refinerías. La tecnología fue en auxilio de la comercialización de estas arenas y actualmente ponen en el mercado 1,5 millones de barriles diarios de petróleo sintético de 30 grados Api.
Es más complicada la gestión canadiense. Para hacer un barril de petróleo normal y liviano necesitan 26 toneladas de esas arenas que extraen a cielo abierto como en una mina normal. La fabricación total de ese barril de petróleo le cuesta más de 40 dólares y recorre unos 1.000 kilómetros de tubería y los estadounidenses le compran toda la producción.
Había que apelar a la tecnología, después que el geólogo estadounidense David Hubbert pronosticó que el tope de producción de petróleo no pasaría del año 2035, y se iría agotando lentamente. Aunque tendrían que pasar aún dos décadas, el negocio petrolero entró en incertidumbre y había que buscar con urgencia un sustituto del petróleo. Como más del 50% del petróleo se convierte en gasolinas y diesel que mueven el transporte, las fábricas y el mundo, la sociedad industrial entró en pánico. Mientras tanto, aparecieron los ambientalistas con el slogan de que el petróleo estaba amenazando a la tierra, que complicó más la situación.
Todo cambió repentinamente con los nuevos descubrimientos de reservas petroleras, además del desarrollo de los motores eléctricos para autos; el uso de mezclas de maiz, trigo y otros vegetales con petróleo para demorar la fecha tope de la escasez.
El año pasado, el ingeniero venezolano Rafael Sandrea hizo público en foros internacionales que se habían descubierto en los últimos 100 años unos 10 trillones de barriles de petróleo y sólo se había extraído del subsuelo 1 trillón de barriles, y quedaban reservas de 9 trillones de barriles.
Reveló los sitios donde están las reservas y la fórmula para recuperarlas, que ya se había inventado hace años, y se utilizaba en el 3% de la producción global de petróleo. Sin necesidad de calmantes el pánico desapareció. Venezuela no tendrá que recurrir a esta práctica, porque las reservas nuestras son duraderas.
Hay mercado para establecer 2.000 gasolineras más
El mercado de los hidrocarburos venezolanos está subsidiado y los precios de las gasolinas y diesel están controlados, y en torno a esta situación surgen aspectos interesantes. Es una tentación para los contrabandistas, que pueden comprar el litro de gasolina en la frontera andina, brasileña y áreas marítimas a 70 céntimos. Al pasar la frontera ese litro se comercializa a 1.200 céntimos y aseguran que en esas operaciones se esfuman 6.5 millones de litros diarios.
Al final del gobierno de Caldera II dentro de la apertura petrolera, el gobierno anunció que se liberaría el mercado interno de la gasolina y otros combustibles. Pocas semanas después las empresas internacionales que se habían retirado del mercado, sacaron cuentas y reaparecieron los logos de Shell, Mobil, BP, y las gasolineras nacionales se organizaron y crearon también cadenas de estaciones de servicio.
Las firmas transnacionales construyeron sus gasolineras que parecían boutiques, y eliminaron aquellos cartelitos que decían “baños limpios”. Revisaban el aceite, disponían de agua y en las tiendas de “conveniencia” vendían de casi todo.
Hace varios años se fueron todas y vendieron sus instalaciones a los gasolineros nacionales. ¿Qué había sucedido? Las compañías internacionales antes de invertir en las nuevas instalaciones, investigaron el mercado y llegaron a la conclusión que además de las 1.800 estaciones de servicio, resistían otras 2.000 para cubrir todo el territorio nacional.
Pasado un tiempo prudencial no aparecía la liberación del mercado y con los precios actuales controlados, era un negocio que mensualmente cerraba en rojo.
Siguieron los nacionales con los subsidios, pero el negocio seguía en las mismas condiciones, y los márgenes de beneficios para los empresarios los mantenía en vilo y tenían que insistir en el incremento de los márgenes de ganancias varias veces al año.
El último incremento para los gasolineros “no se puede decir” dijo el administrador de una estación de servicio. No porque se lo haya prohibido el gobierno, sino porque le entregan de subsidio 60 céntimos por litro vendido y lo venden en 70 céntimos.
Un analista de mercado explicó: el gobierno regala la gasolina a los gasolineros y les paga por venderlo. Al menos las estaciones de servicios se han convertido en recaudadores del Seniat. Las pérdidas según los últimos informes del Fondo Monetario Internacional son de 15.000 millones de dólares anuales.