Por: Jessica Morales @jessicamoralesh
Cada vez es mayor el número de trabajadores que no solo esperan una remuneración económica de la empresa para la que laboran, aspiran a mucho más: a sentirse bien, a tener oportunidades de crecimiento profesional y personal, a contar con un horario flexible, con ayuda para estudiar y también con apoyo para atender algunas otras necesidades personales o familiares.
Buscan percibir un salario emocional; es decir, una retribución con recursos no monetarios, que los entusiasme a formar parte de una organización y a comprometerse con ésta.
El salario emocional podría incluir elementos como un ambiente de trabajo agradable, la promoción de relaciones interpersonales en este espacio, un plan de carrera, la posibilidad de trabajar a distancia y un horario que permita lograr un equilibrio entre los compromisos laborales y la vida personal. También podría contemplar ayuda para cursar estudios, seguros y servicio de atención médica, el desarrollo de programas deportivos y culturales y la realización de
actividades que generen bienestar.
Algunas empresas, por ejemplo, cuentan con espacios de juegos para sus trabajadores o dedican recursos a actividades que los hagan reír. Otras ponen a su disposición programas para ayudarlos a manejar el estrés.
Un elemento a tomar en cuenta, es que los intereses y las necesidades varían incluso entre quienes laboran en una misma empresa. Por eso, antes de definir los elementos que conformarán el salario emocional, las organizaciones, independientemente de su tamaño, podrían consultar a sus colaboradores a través de encuestas, en reuniones o mediante entrevistas personales.
La idea es que el programa de salario emocional sea efectivo y que atienda a los requerimientos y aspiraciones de los trabajadores. Como estas necesidades pueden cambiar en función de distintos factores, algunos elementos del programa podrían requerir evaluación y ajustes periódicos.