Fernando Vallejo: «Para mí la literatura es un borrador de recuerdos»

El texto “Para mí la literatura es un borrador de recuerdos”, escrito por Rubén Wisotzki en 2003, forma parte del libro 70 años de conversaciones con escritores de paso de la Colección Periodismo de la Biblioteca Digital Banesco. El título está disponible para su descarga gratuita en Banesco.com

No muchos se habrán sorprendido cuando el escritor colombiano Fernando Vallejo ganó el premio Rómulo Gallegos en 2003, por El desbarrancadero. Pero se armó un revuelo, en el extraño país de entonces, cuando anunció que donaría los famosos 100.000 dólares del galardón a una asociación que defendía a los perros de la calle. Rubén Wisotzki de El Nacional documentó en Caracas las audaces declaraciones de un autor cuyas ideas son tan suyas como virulentas

Sentado al lado de la piscina, tomándose su primer café en Caracas, el escritor colombiano Fernando Vallejo no se cansa de manifestar su alegría por recibir, según sus propias palabras, uno de los más grandes premios literarios de América Latina y de que los cien mil dólares que recibirá por su novela El desbarrancadero (Alfaguara) el próximo sábado en el Celarg los donará a los perros. Mientras espera la llegada de su compañero entretenido en el cuarto del hotel, el escenógrafo David Antón, antes de dirigirse al encuentro con los periodistas venezolanos, confiesa que el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos es el primero que se gana en la vida, pero que sabía que algún día se iba a ganar algo así, que iba a tener esa suerte, y también que lo donaría a una sociedad protectora de animales.

“Hoy cuando abrí El Nacional y vi las fotos de los perros enseguida me acordé de Kim y Kina, mis dos perras que tuve que dejar en México. Quiero que los cien mil dólares sean transformados en bolívares, porque en este país la moneda es el bolívar, ¿no? Ni siquiera quiero tocar el cheque, no lo quiero en mi mano. Hay que tocar el dinero lo menos posible”.

Se han comentado muchas cosas a raíz de su decisión de entregar el monto del premio a asociaciones protectoras de animales. Han comentado que es un acto irreverente de su parte, que por qué no se los da a los niños de la calle, que cómo es posible que ni siquiera se quede con un poco de él para parrandear.

—A ver, voy de lo último a lo primero: yo no necesito parrandear, ya parrandeé todo lo que iba a parrandear en la vida. No me estoy burlando del premio, todo lo contrario, lo considero uno de los premios más importantes de la literatura. Con relación a los niños de la calle, que los recoja el Papa, que es tan bueno y que ha recogido a miles en el Vaticano. Que él haga eso que yo me encargo de los perritos. 

Tiene más de una bronca pendiente con la Iglesia, ¿no?

—Sí, pero no por ello me han excomulgado. No me hacen caso. Me siento fracasado. Hubiera cambiado mi excomunión por el Premio Rómulo Gallegos. Y eso que estudié con los salesianos.

¿Confirma, y disculpe la insistencia, que después de su novela La rambla paralela ya no vendrá nada?

—Sí, ya maté al loco. Ya está muerto y enterrado. No hay forma de resucitarlo. Lo que yo tenía adentro ya lo saqué para afuera. Ya no hay nada más. Para mí la literatura es un borrador de recuerdos. Lo que paso al papel se me olvida. Y, además, ya no me pasa nada nuevo. No acumulo ya recuerdos. Quiero vivir de lo vivido.

Gran parte de lo vivido es en México, en donde reside desde hace 32 años. ¿Es feliz viviendo allá?

—No, no puedo decir eso. No existe la felicidad. Lo que existe son momentos felices. Pero en términos generales nadie es feliz. Por el contrario, son más los momentos en que somos infelices que los que somos felices. Pero, vamos, nadie quiere hablar de eso.

¿Qué está leyendo por estos días?

—Libros de física. Leo sobre la gravedad y la luz, dos misterios insondables. Son dos problemas que no tienen solución. Me interesa más hablar de ciencia que de literatura. Pero, ¿cómo voy a hablar de literatura si llevo 20 años que no leo nada de literatura? 

Pero ha leído a Gabriel García Márquez. Los escritores colombianos deambulan entre la pasión y el desencanto acerca de su persona. ¿Qué piensa de él?

—Pienso que es un prosista menor. Su literatura comparada con la de Manuel Mujica Láinez es muy elemental. Es pobre de léxico y de estructura sintáctica. Y, sobre todo, contra lo que piensa, es un escritor muy poco original, pues es un narrador en tercera persona, que es el camino más trillado de la novela. Sus libros son un chorizo de anécdotas.

En sus dos más recientes novelas, El desbarrancadero y La rambla paralela, habla de su vida sentimental pero siempre en torno a aventuras pasajeras, a encuentros fortuitos. 

—Ya sé para dónde vas. No hablo de amor, hablo de cariño. El amor me parece muy bajo como sentimiento porque está ligado a algo material que es el sexo. En cambio el cariño es puro. Si hablas de amor inmediatamente hablas de pareja y no hay por qué vivir en pareja. No hay necesidad de ello. 

¿Y usted hacia dónde va? 

—A pasos acelerados hacia la muerte. Tengo 60 años, pero esa sensación la tengo desde los 40 años aproximadamente. Tú sientes que te estás muriendo cuando todas las personas que te rodean, aquellos a los que has querido y los que no has querido, se mueren. Mira, cuando se mueren hasta tus enemigos, te queda poco por joder, porque ya ni te queda con quien pelear. 

¿Le dolió haberse ido de Colombia?

 —Yo no me he ido de Colombia. Yo a Colombia la llevo en mi cabeza. ¿Cree que su obra se merece el premio? ¿Cree que su obra se sostiene sola? Como ya te dije, no leo literatura. Si lo mío es lo bueno, pues esto se jodió, ¿cómo estarán los otros? 

Busquemos un presidente mudo 

La parquedad del escritor (que ya renunció a serlo) en la rueda de prensa, aunada a sus respuestas incómodas según algunos, groseras según otros, pero también maravillosas, de acuerdo a los demás, dejó al menos en evidencia que así como no escribe por escribir, tampoco habla por hablar.

“Aquí tienen a alguien que habla por mí, que habla todos los días”, sentenció como apropiado justificativo. Una hora antes, café de por medio, lluvia de por medio, llegada de por medio a la ciudad, Fernando Vallejo aseguró que el hablar de política no es su debilidad, “pero si me plantean el tema lo hago, no huyo”. Para empezar deja constancia de que los políticos de América Latina le parecen un desastre.

“Este es un continente manejado por una bola de presidentuchos indignos, ignorantes. Toda una gentuza. Y no desde ahora, o desde hace algunos años, sino desde siempre. Lo triste es que va en aumento, cada vez son más ignorantes y más granujas”.

No entiende por qué, desde que se supo que se ganó el galardón venezolano, todo el mundo le pregunta su opinión acerca de Chávez. “¿Por qué todos me preguntan por él? ¿Acaso Chávez es Venezuela? ¿Por qué hay que hablar de él si hay además de él 23 millones de venezolanos? ¿Quieres saber qué opino de él? Mira, cuando sale en la televisión cambio de canal. No lo resisto”.

Pero lo mismo le pasa, dice, con los presidentes de Colombia, México, España, Francia y Estados Unidos. “No los aguanto. No aguanto a esos tipos que hablan como cotorritas desenfundadas. Para mí el ideal del presidente es un mudo, un mudo de nacimiento o que lo hayan operado de cáncer de la garganta por fumar y le hayan cortado las cuerdas vocales. Busquemos alguien así y quizás seamos felices”.

Los comentarios estan Cerrados.