No hay duda de que la Revolución Industrial -que se inició en Gran Bretaña y luego se extendió al resto de Europa y América-, significó uno de los mayores hitos en la historia de la humanidad, que hasta entonces vivía del comercio y de una economía fundamentalmente agrícola. Pero el proceso cobró factura: una contaminación del ambiente sin precedentes.
Por Yuly Castro
Con la llegada de la Revolución Industrial, a partir del siglo XVIII, hubo un cambio significativo en la producción de bienes, lo que trajo consigo un aumento sostenido en la contaminación del ambiente.
Primero con la adopción del carbón, y más tarde del petróleo como fuentes de energía, se produjo una emisión masiva de gases y humos contaminantes. La quema de carbón y la descarga de residuos sin filtro arrojó humo tóxico y desechos sobre poblaciones enteras.
Las fábricas eran como gigantescas cocinas sin ventilación. La contaminación alcanzó primero las ciudades y luego llegó a los ríos, donde los desechos industriales seguían su cauce y se colaban en sembradíos y cultivos. El progreso tuvo un altísimo costo en la vida del planeta como se conocía hasta entonces.
Los océanos también pagaron el precio. Desechos plásticos, vertidos industriales y productos químicos agrícolas impactaron la vida marina, afectando ecosistemas enteros y amenazando la biodiversidad.
Y se encendieron las alertas…
No hay duda de que la Revolución Industrial -que se inició en Gran Bretaña y luego se extendió al resto de Europa y América-, significó uno de los mayores hitos en la historia de la humanidad, que hasta entonces vivía del comercio y de una economía fundamentalmente agrícola.
El trabajo manual y el uso de animales se desplazó por maquinaria para la fabricación industrial y el transporte de mercancías y pasajeros; los campos cambiaron de paisaje por vías férreas, canales y carreteras; la gente migró del campo a las crecientes ciudades.
Y así esta transición, que comenzó por la necesidad de producir los bienes que escaseaban debido de las guerras napoleónicas, dio paso a una sociedad altamente urbanizada, industrializada y mecanizada.
Pero el proceso cobró factura: una contaminación del ambiente sin precedentes.
La bonanza económica fue tal, y los cambios sociales, tecnológicos y demográficos tan vertiginosos, que solo unos pocos advertían sobre los daños irreversibles al ambiente. A mediados del siglo XX, grupos ecologistas influyentes levantaron la voz frente a los riesgos ambientales asociados a los beneficios materiales de la industrialización, y para finales de la centuria, los problemas ambientales y las crecientes desigualdades sociales, como la pobreza y la sobrepoblación, eran de tal magnitud, que adquirieron una escala global.
No fue sino hasta 1987 cuando se dio el primer esfuerzo real por replantear las políticas de desarrollo económico para armonizar el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.
Una luz al final del túnel
Con la promesa de “no dejar a nadie atrás”, la Naciones Unidas acordaron una agenda común, la “Agenda 2030”, para financiar y ejecutar un nuevo programa para el desarrollo, integral y colaborativo, que dé respuesta a los grandes males de la humanidad: erradicar la pobreza, la violencia y la exclusión social; permita mejorar las condiciones de vida de la población y lograr la rápida transición a una economía baja en emisiones de carbono y flexible al cambio climático.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son el corazón de la Agenda 2030. Constituyen una visión del futuro que queremos, un futuro transformador y equitativo. A través de la innovación, la educación y el compromiso global, la humanidad trabaja para restaurar los daños causados en el pasado y construir un futuro más limpio y sostenible.
Fuentes:
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/07/120626_inglaterra_revolucion_industrial_contaminacion_lp
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_contaminaci%C3%B3n_ambiental